Está escondido. En una esquina de la carpintería y dentro de una caja de madera. Pero cuando abandona su guarida temporal, cambia el entorno, al menos cambian las caras de los que lo contemplan. Por un lado, Germán Gómez, cual Gepetto que ha creado un Pinocho, hace una mueca de satisfacción por el trabajo hecho; su familia deja entrever el orgullo de generaciones; mientras que los visitantes abren los ojos de admiración por una pieza precisa, que roza lo imposible.

En el centro de las miradas está el barco San Felipe, "el buque insignia de la flota española", matiza el padre de la miniatura, Germán Gómez, quien insiste en que "él es Ventura" -como lo fue su padre y lo es ahora su hijo- conocida familia de Navalmoral dedicada a la carpintería y a la ebanistería.

Ya retirado, Ventura sigue acudiendo al negocio familiar, ahora regentado por su hijo y su nuera, para dar forma a sus sueños. "Siempre me ha encantado la marquetería", dice para justificar su hobby, aunque es necesario apuntar que tiene casi 70 años y desde los diez lleva trabajando con la madera como materia prima.

Casi dos años han estado trabajando las manos de Ventura para que San Felipe, "la obra maestra de los astilleros españoles durante el siglo XVIiI", se levantara de sus cenizas, porque a pesar de su esplendor y fortalezas aparentes, sólo estuvo navegando cuatro años, al caer en manos de los ingleses.

Los datos, como no podía ser de otro modo, los aporta Ventura, que no ha descuidado la documentación durante las horas de elaboración. Tiene 120 cañones, 67 metros de eslora y 16,5 metros de manga y la escala es de 1: 86. Hasta un marco de madera ha fabricado Ventura para resguardar los datos de su criatura más mimada: ahora está trabajando en una vitrina de cristal para llevarlo a su casa y darlo un espacio realmente digno.

¿Y su próximo reto?, es ineludible preguntar tras conocer que antes ya había dado vida a un avión de la Segunda Guerra Mundial. Una sonrisa que quiere mostrar la tranquilidad del objetivo conseguido sirve de respuesta en un principio. "He acabado un poco cansado. Hubo momentos en los que pensé en tirar la toalla", añade Ventura posteriormente. Su nuera lo corrobora: "Estuvo desesperado para hacer el sistema de velas", dice.

Y es que, quizás sea esa una de las partes más espectaculares, un enjambre de cuerdas, un laberinto fiel réplica del original, que hizo que Ventura rozara la desesperación. "Había domingos que mi mujer me llamaba para preguntarme si no íbamos a comer", explica para ejemplificar las horas empleadas. "Como no sabía que era imposible, lo hice", subraya Antonio Gómez, la tercera generación de los Ventura. Su padre, mira satisfecho con una sonrisa imborrable, como si fuera de madera.