Extremadura ya tiene otro conquistador: Miguel Angel Perera, matador de toros cuya misión es conquistar ruedos, cortar trofeos y darle a la tauromaquia y al público, vitola, emoción y literatura. Con su depurado oficio, con su estado de gracia actual, el joven Perera honra a Extremadura como en su día lo hicieron --salvando las distancias y la historia--, Pizarro, Vasco Núñez de Balboa y Francisco Orellana. Miguel Angel Perera rubricó en la Monumental su brillante temporada taurina cortando tres orejas. La faena al sexto que cerró plaza fue irreprochable por su inteligente lidia, el gusto en la ejecución de las suertes, medidas, ligadas y templadas que pusieron al público en pie, ebrio de emoción.

El trasteo muleteril de Perera merece el calificativo de evanescente obra de arte por la conjunción, el ritmo, la estética y la plástica que fue desarrollando ante la res. Semejante prodigio torero se rubricó con una estocada hasta las cintas de la que salió rodado sin puntilla el astado. Fue premiado con las dos orejas.

Si bien el bicorne del hierro de Valdefrresno fue el mejor del encierro se le dio, incomprensiblemente la vuelta al ruedo. La res, pastueña y repetitiva, apenas fue picada y no acertamos a comprender la actitud del palco presidencial, impropio de una plaza de primera categoría.

Enganchada

El tercero fue un bicho manso y gazapón que atrapó al diestro por el muslo derecho sin consecuencias y al que el espada le pudo con talento. Mató de una entera, cortando una oreja. Exceptuando el buen toro que cerró plaza, el resto del encierro, cuatro reses de Valdefresno y dos de Fraile Mazas, fueron toros feos de hechuras, cuellicortos, mansos y flojos. En consecuencia, poco aptos para el lucimiento.

El Cid pechó con el peor lote. Su primero se venció por el pitón derecho volteándole. Era ilidiable y el diestro alivió. Fue silenciado. Al cuarto le embastó una faena meritoria en la que, aun sabiendo que no había lucimiento posible, el espada de Salteras se descaró con la res, desafiando las miradas del toro y pudiéndole en todos los terrenos. Fue ovacionado tras pasaportarlo de dos pinchazos y entera.

El francés Sebastián Castella, no sabemos si totalmente recuperado de sus percances de Algeciras y Pamplona, estuvo entonado y con gusto en el tercero aprovechando el buen pitón izquierdo de la res, aunque le ahogó la embestida en los redondos Fue ovacionado.

El quinto desarrolló media embestida y Castella dio un mitin con el estoque. Está claro que ha perdido el sitio, que se tira a matar sin fe. Fue silenciado.