Era "el cartel de la feria". Lo atestiguaba la presencia del monarca, que visitaba este año por primera vez Las Ventas. Y la reventa por fin pudo hacer caja. Muchas "caras guapas" en el tendido, como demanda tanta expectación.

Pero no pasó nada, o casi nada. Lo de siempre en citas como ésta.

Pues se equivocaron los tres toreros, o sus mentores, y con ellos la empresa, o todos juntos. Esta especie de fuenteovejuna del toreo que conforman las llamadas figuras, que no aprende y vuelve a caer cada año en el mismo error anunciándose con una corrida que, sí, venía seria por delante, pero algunos toros sin el suficiente "remate".

A José Tomás se le censura precisamente su especial predilección por la ganadería de ayer, y sin embargo, el año pasado, cuando sus dos gestas en esta misma plaza, mató dos señoras corridas de toros-toros. No se le ocurrió anunciarse con los núñezdelcuvillo , divisa que se reserva para plazas "menores".

Y no sólo ahí han fallado los tres espadas de ayer. Los tres se han visto desbordados por el ambiente en contra.

El Juli, tenaz y sin brillo en el flojo primero, toro que repetía pero sin llegar al final. El cuarto dio mucho de si a pesar de venirse también abajo. Y en lo que duró el toro no se ajustó el torero lo suficiente, vaciando las embestidas hacia fuera, sin redondear ni una sola tanda.

Peor fue lo del Cid, que en su primero se acopló bien por el lado derecho, descentrándose después conforme menguaban las fuerzas del toro, y es que le exigió demasiado. Y no dio la talla en el jabonero que hizo quinto, el toro de la tarde, bravo y con ritmo, codicioso y con clase. Toro con mucho "motor", que fue lo que desbordó al sevillano, que se limitó a acompañar las embestidas. Sin quedarse quieto, sin templar ni mandar, finalmente ganó el toro la partida.

Perera tampoco tuvo su tarde, aburrido y sin reloj en su primero, que en realidad no fue toro propicio. Pegó muchos muletazos, en algunos trayéndoselo "cosido", la mayoría limpios, pero sin decir nada, ni siquiera en un sucedáneo de "arrimón" final. El sexto prometía pero enseguida empezó a tardear, y sólo fue posible los pases espaciados. Muy seguro el torero hasta que terminó negándose el toro. Y es que no "lo midió" lo suficiente, exigiéndole mucho de principio.

Las circunstancias de la tarde no pudieron ser peores para los toreros.