El consumo habitual de pescado como fuente principal de ácidos grasos omega-3 puede ofrecer protección frente a los desórdenes neuropsiquiátricos, ya que las personas que al menos lo ingieren moderadamente reducen en más de un 30% el riesgo de padecerlos. Así lo revela un estudio de Universidad de Navarra enmarcado dentro del proyecto SUN, en el que investigadores del centro navarro y de la Universidad de Las Palmas han analizado los hábitos alimentarios y su relación con la salud mental de 7.903 licenciados españoles.

Uno de los responsables de la investigación, Miguel Ángel Martínez, señala en un comunicado que "hasta ahora se conocían los beneficios de este alimento para pacientes con patologías coronarias o con niveles altos de triglicéridos". Además, "algunas investigaciones actuales han evaluado su papel para el funcionamiento adecuado del sistema nervioso y para patologías psiquiátricas como los trastornos de ansiedad, desórdenes bipolares o depresión".

La investigación se ha basado en el seguimiento de 7.903 licenciados universitarios a lo largo de dos años, periodo en el que se detectaron 173 casos nuevos de depresión y 335 cuadros médicamente diagnosticados de trastornos de ansiedad. El estudio explica la relación inversa entre el pescado y el riesgo de padecer trastornos mentales a través de algunos mecanismos biológicos, ya que los ácidos grasos omega-3 se encuentran presentes en el sistema nervioso central e intervienen en procesos relacionados con la comunicación interneuronal y el impulso nervioso.

El alto consumo es perjudicial

Por otro lado, durante el análisis se ha observado también que así como los niveles moderados reducen el riesgo, en cambio un consumo muy alto de estos alimentos junto con un incremento en la ingesta durante el seguimiento se asocian con una mayor probabilidad de sufrir depresión. Según apunta Martínez, "una posible causa reside en el mercurio presente en el pescado, que puede provocar un daño neurológico. Hay evidencias de que los componentes de esta sustancia tienen efectos negativos en Alzheimer, pérdida de memoria, autismo o depresión".

No obstante, añade que esta hipótesis "requiere confirmación y futuros trabajos", y no descarta otros motivos. Así, "las personas con un desorden mental que estén en fase subclínica al principio del estudio pero sin haber recibido todavía un diagnóstico de depresión o ansiedad pueden haber aumentado la ingesta de pescado porque la alteración en su comportamiento les haya hecho cambiar sus hábitos alimentarios".