Lo que mata a las abejas no engorda a los humanos. Dos pesticidas de uso común, acusados de ser corresponsables de la despoblación de las colmenas experimentada en las últimas décadas, pueden afectar también al cerebro de mamíferos en formación (es decir, dentro de la barriga de la madre o bien acabados de nacer). Así lo afirma una reciente opinión emitida por la Autoridad Europea de la Seguridad Alimentaria (EFSA) que ha pedido restringir aún más el uso de estas sustancias.

Que la caída en la población de abejas se debe al menos en parte a ciertos pesticidas es algo sobre lo que el consenso científico es cada vez más sólido. De hecho, la Comisión Europea ya ha suspendido temporalmente el uso de tres pesticidas de uso muy común pertenecientes a la familia de los neonicotinoides, derivados de la nicotina.

Hasta hace poco se pensaba que el efecto en los humanos era indirecto: además de producir la miel, las abejas son polinizadores esenciales para la agricultura, por lo que su merma afecta a la economía y a la alimentación. Sin embargo, en el 2012 apareció un estudio, publicado por investigadores japoneses en la revista Plos One , que detectó que la exposición a dos neonicotinoides (acetamiprid e imidacloprid) afectaba negativamente el desarrollo del cerebro en fetos y crías de rata. Por primera vez, se veía que esos pesticidas atacaban el sistema nervioso no solo de insectos, sino también de mamíferos.

Los efectos incluían menor espesor de ciertas partes del cerebro, reducida sensibilidad acústica, menor movilidad y mayor masa corporal. En conjunto, se veían menguadas las capacidades de aprendizaje y memoria, "tal y como ocurre con la nicotina", afirma la EFSA. "En los insectos, los neonicotinoides se unen a los receptores neuronales de la nicotina. Esto ocurre menos en los mamíferos, por lo que se consideraba que no había riesgos en humanos", explica Mireia Gascón, investigadora doctoral del Centre de Recerca en Epidemiologia Ambiental (CREAL) de Barcelona, no implicada en el estudio de la EFSA. El mecanismo sería una exagerada excitación y pérdida de sensibilidad de esos receptores por interacción con el acetamiprid y el imidacloprid.

Aunque no hay estudios con humanos, no faltan motivos de preocupación. "Los insecticidas están pensados para afectar al sistema nervioso de los insectos; por lo tanto, no es nada extraño que también puedan afectar a los humanos, aunque sean especies distintas", opina Gascón. "El sistema nervioso funciona con los mismos principios en todo el reino animal, así que todos los insecticidas orgánicos que bloquean el sistema nervioso de los insectos pueden en principio afectar al resto de animales", dice Ryszard Laskowski, investigador de la Jagiellonian University de Polonia y colaborador de la EFSA (aunque no en este estudio).

Tras el artículo del 2012, sumado a otras evidencias dispersas, la Comisión Europea pidió este año su opinión a la EFSA. La Autoridad ha respuesto solicitando que se reduzcan notablemente diversos "niveles de orientación" --es decir, magnitudes como la dosis diaria aceptable o la dosis aguda de referencia-- por debajo de un umbral que asegure que no surgirán efectos adversos.

Esto puede ser hasta 100 veces inferior a la magnitud mínima considerada dañina, para así reducir el riesgo al mínimo, explica el portavoz de la EFSA, James Ramsay. Asimismo, la Autoridad ha pedido que se modifiquen los criterios para autorizar nuevos pesticidas, incluyendo métodos más modernos para detectar la neurotoxicidad en las fases de desarrollo. "Las evidencias recogidas tienen limitaciones, y se necesita más investigación para lograr datos más robustos", comenta Ramsay. Ahora, la pelota está en el tejado de la Comisión Europea, que es quien valorará si acepta la propuesta hecha por la EFSA.