Por mucho que la mayor parte de los ciudadanos se lleven las manos a la cabeza cuando se enteran de que un hombre mantuvo a su esposa encerrada más de un año en el domicilio de la pareja en Viladecans, las administraciones y onegés que ayudan a las víctimas de la violencia machista perciben cierto nivel de permisividad social hacia estas agresiones. Baste como ejemplo que vecinos del matrimonio citado conocían la reclusión de la mujer y no avisaron a los Mossos.

"Los conocidos --explican los expertos-- no quieren meterse porque piensan que es un asunto privado, y el entorno más cercano suele pedir a la víctima que aguante e intente reconducir la situación". Por todo ello, pocas mujeres se atreven a denunciar. Y especialmente preocupante es el caso de las inmigrantes que en muchos casos no tienen recursos, no conocen el idioma y no saben muy bien a quién acudir. Por eso las oenegés piden a las administraciones que se vuelquen en este colectivo.

"Si las mujeres autóctonas tienen dificultades para denunciar, las procedentes otros países aún más", sostiene Mercè Amor, del Espai Dona de la oenegé Ibn Batuta. Subraya Amor que no debe haber prejuicios entre comunidades porque esta lacra afecta también a la población autóctona (8 de las 12 fallecidas este año eran españolas), pero reconoce que entre las inmigrantes las dificultades crecen porque muchas veces no tienen redes familiares, desconocen la ley y el idioma y, a veces, están casadas con un primo, con lo cual tienen que "romper con la familia".

LA RECLAMACION " Cierta tradición", añade, hace que sus madres o amigas las animen a tener paciencia "al igual que sucedía en nuestro país hace 30 años". Por ello reclama al Gobierno que redoble su esfuerzo para que las inmigrantes se sientan "más arropadas", ampliando la oferta de pisos de acogida y acompañándolas en el recorrido legal, familiar y afectivo que implica una denuncia.

Laure Rodríguez, de la Unión de Mujeres Musulmanas, pone un ejemplo muy gráfico: muchas de las que acuden a su asociación toleran los bofetones. "Las marroquís, por ejemplo, permanecen todo el día en casa viendo telenovelas de países árabes donde los bofetones son algo normal", indica. Rodríguez solicita a las administraciones que se coordinen con las asociaciones de inmigrantes para llegar a este colectivo de forma oral, dado que muchas no entienden los folletos. Además pide que se implique a los imanes. "En 17 años --relata-- solo un imán me ha pedido ayuda y fue porque estaba alarmado ante los casos graves que había detectado".

Carlos Giménez, catedrático de Antropología Social de la Universidad Autónoma de Madrid, apunta en idéntica dirección y propone que el Gobierno trabaje con "personalidades de referencia marroquís".

Lola Aguilar, directora del centro de atención a maltratadas de la Federación de Mujeres Divorciadas, reclama, por su parte, que la ley se desarrolle completamente de forma que todos los estamentos a los que puede acudir la víctima (médicos, profesores, policías, jueces...) estén formados "y se crean lo que dicen". Aguilar se muestra muy crítica con la "poca sensibilización de la sociedad".

En la misma línea, el delegado contra la violencia machista, Miguel Lorente, decía el lunes que "hay una permisividad alta". Por eso, el Gobierno realiza campañas de concienciación genéricas y también dirigidas al entorno de la víctima.

Covadonga Naredo, de la Federación de Mujeres Progresistas, destaca la dificultad de ayudar al cerrado colectivo chino.