Vamos a empezar por el principio. En Extremadura no se comen buenos asados. Entre las taras (gastronómicas) de esta región está cierto abandono del horno de asar. En general, los intentos de abrir asadores han concluido en cierre; excepción hecha de los muy socorridos pollos domingueros. Poco más. En términos económicos, afirmaríamos que la oferta y la demanda no han encontrado aún su punto de equilibrio.

Dicho lo anterior, digamos también que en este desierto hay más de un oasis. El Restaurante Plaza de Torrequemada es, probablemente, la más honrosa, concurrida y ensalzada excepción. A tan solo 18 kilómetros de Cáceres. Fuera de las rutas más transitadas de la región y, sin embargo, destino obligado para los aficionados extremeños a la buena mesa.

Torrequemada merece un paseo (mejor antes que después de comer). Junto al ayuntamiento, el Plaza. Una casa de pueblo de dos alturas, remozada y puesta de largo. El bar algo oscuro; el comedor, en la planta principal, luminoso, amplio y acogedor. Los techos altos, altísimos, fruto de la desaparición del doblado, sin embargo, hacen que, cuando se llena, que suele ser lo corriente, el alboroto se nos siente a la mesa. Porque al Plaza se va a celebrar, a disfrutar con los amigos o con la familia. Dos gitanos con sus señoras endomingadas, una mesa de tres tragaldabas de panzas colosales, un grupo de ocho jóvenes metidos en juerga,…

El Plaza es una historia de éxito ciertamente sorprendente. Veinte años de éxito. Al Plaza se va. Y esa es la prueba definitiva de su éxito. Ni siquiera está a pie de carretera. Está tan escondido como lleno. Entre semana parece que no dan cenas. Y el fin de semana conviene reservar. Entre otras cosas porque asan bajo demanda, algo que garantiza que lo que se sirve esté recién salido del horno. Un horno ubicado, por cierto, en la casa de enfrente, al otro lado de la calle, con lo que los animales hacen un último y majestuoso paseíllo antes de ser consagrados en el altar del mordisco.

El Plaza es un restaurante de asados. Poco más. Conviene saberlo. Ciertamente mi cochinillo resultó crujiente en sus pieles, tierno y jugoso en sus carnes. Así como tiene que ser, pero muy raramente se sirve. Ofrecen también cordero y cabrito. Todo a demanda previa. Los asados se acompañan de una sencilla ensalada mixta, amén de las consabidas patatas panaderas. Todo sin artificios ni enredos. Sencillo. Poco más. Alguna otra carne. Algún raja y pela para picar antes. De hecho, el caldo que pedí causó cierto revuelo en cocina. Al Plaza se va a lo que se va. Y ese es el eje de su éxito.

En la gastronomía española empiezan a faltar los bares de una sola tapa y los restaurantes de un solo plato. Algo que era moneda corriente no hará más de treinta años es ya rara avis. Bien recordarán los mayores aquellos bares a los que se iba en peregrinación solo por sus mollejas, solo por sus calamares o solo por sus callos,…. Hoy, ¡malhadada costumbre!, se tiende a luengas barras donde toda tapa tiene su acomodo y a cartas tan floridas como las mil y una noches. Pero casi todo anodino. Nada como la magia de ir a tal o cual sitio a rendir culto al plato soberbio que le da fama. Quizá por eso sea aún más reseñable el caso de los asados del Plaza. Pedir allí un caldo es un mero antojo. El flan (con nata, por supuesto) un socorrido recurso. Lo único irrepetible es el cochinillo. Diecinueve cincuenta con su ensalada y sus patatas en platos aparte. Treinta y un euros con setenta la minuta final.

Así que ya lo saben, no hace falta tomar camino ni de Segovia, ni de Arévalo, ni de Aranda. En la carretera de Cáceres a Miajadas encontrarán el tesoro, tan ancestral como elemental, de un buen asado. ¿Y para qué más?

Las imágenes del restaurante Plaza de Torrequemada

Las imágenes del restaurante Plaza de Torrequemada