TLtas redes sociales se han convertido en el mejor y más rápido sistema para chequear la opinión pública. Ya no hacen falta costosos estudios de urgencia para conocer qué piensan los ciudadanos. Internet es el vehículo y las redes la herramienta. En cuestión de horas la gente de a pie ha dado su veredicto. Ahora los eurodiputados ya saben, sobre la marcha, que se les ha visto el plumero y también los partidos saben que los ciudadanos están indignados con la más que confortable forma de vida de quienes les representan en Europa y que rechazan la enorme diferencia entre representantes y representados. Saben que no admiten que se dilapiden unos fondos que salen de sus impuestos y que, por mucho que digan que era un informe sin valor vinculante, es una vergüenza que mientras los sueldos se congelan y hay trabajadores dispuestos a cobrar menos para mantener su puesto, mientras los pensionistas temen por su futuro y los jóvenes no encuentran empleo, mientras hay familias que han perdido su casa porque no pueden pagar la hipoteca y los pequeños empresarios cierran sus negocios porque no tienen circulante, es una vergüenza que tan solo unos pocos eurodiputados españoles hayan votado a favor de apretarse --un poco-- el cinturón.

El plumero les ha asomado tras los picos de los Pirineos. Las redes sociales se les han echado encima y les han sacado los colores. Parece que no se habían dado cuenta de que la cordillera no les sirve de parapeto. Ni la cordillera ni el lenguaje técnico parlamentario de informes orientativos, vinculantes o no vinculantes. Lo que la gente entiende, y lo ha dejado muy claro, es que por encima de los tecnicismos está la ética y que no pueden votar a favor de mantener sus privilegios con el dinero de todos.

Los ciudadanos no los han votado para eso. Yo tampoco.