Hace solo tres días, la ansiedad se adueñaba de Nueva Orleans ante la posibilidad de que el huracán Gustav se cebara en la ciudad y provocara el caos y la devastación que hace tres años dejó a su paso el Katrina . Ayer, esa sensación predominaba también entre los residentes de la histórica urbe del estado de Luisiana. Pero no ya por la tormenta, sino por la imposibilidad de volver a sus casas, por mucho que el Gustav , tras su paso el lunes, dejara a Nueva Orleans prácticamente ilesa y afectara mucho más a localidades vecinas, como la capital del estado, Baton Rouge.

Las autoridades impidieron regresar a los más de 200.000 habitantes que cumplieron la orden de abandonar la ciudad que dio el sábado el alcalde, Ray Nagin, y protagonizaron la mayor evacuación de la historia de Nueva Orleans. Y aunque hace tres años fueron muchos los que se saltaron el veto de regreso y volvieron incluso cuando el agua anegaba las calles y la inmensa mayoría de la ciudad no contaba ni con electricidad ni con servicios, esta vez no pudieron saltarse los rigurosos controles policiales instalados en todas las vías de entrada.

Las calles estaban ayer aún más desérticas que durante la tormenta, pues la prensa se dio prisa en abandonar el escenario de la tragedia que no fue, y aunque en una rueda de prensa oficial se informó de que miles de trabajadores empezaban ayer mismo a acometer tareas de limpieza y reparación de los daños, era difícil encontrar esas patrullas por la mañana.

REGRESO POR ETAPAS "Los residentes podrán volver en etapas", dijo en una rueda de prensa el gobernador de Luisiana, Bobby Jindal, quien advirtió de que, pese a que no ha habido inundaciones ni problemas graves con los diques, "el Gustav ha provocado enormes retos". Uno de los principales es restaurar los servicios de depuración de aguas residuales y de suministro eléctrico, especialmente en hospitales y otros centros de emergencias, como los de bomberos. En todo el estado hay 1,4 millones de personas sin electricidad, 300.000 de ellas en Nueva Orleans y las localidades vecinas.

"El regreso se podrá hacer en solo unos días, no semanas", afirmó Nagin, tratando de calmar a los ansiosos residentes evacuados, a los que prometió abrir las puertas de la ciudad de nuevo hoy o mañana "como muy tarde". Los que abandonaron por sus medios la urbe volverán de la misma forma, y el Estado se hará cargo del retorno de los que fueron evacuados con medios públicos y alojados en albergues.

Cuando se instale la normalidad total, Nagin, Jindal y las autoridades federales se enfrentarán, sin duda, a un aluvión de preguntas y de críticas, especialmente sobre si era necesaria una evacuación tan masiva o si latía tras ella una necesidad de reparar el daño político que causó la negligencia ante el ciclón Katrina , que esta vez han evitado tanto el presidente de Estado Unidos, George Bush, como su potencial sucesor en el cargo, John McCain. Al menos, el enfado empezaba ya a palparse el lunes por la noche entre algunos ciudadanos, solo horas después del paso del Gustav .

INTENCIONES POLITICAS "Tengo un primo en el Departamento de Seguridad Interior y el fin de semana, cuando subieron el grado de alerta, le llamé", dijo en Molly´s, un bar irlandés en el barrio francés, un hombre negro que tomaba una cerveza con su esposa. "Le pillé en medio de la rueda de prensa en la que estaban anunciando que esta iba a ser la tormenta del siglo y que nos marcharnos. Sin embargo, me dijo que no hiciera caso y que podíamos quedarnos sin problemas, que no iba a ser tan malo como lo pintaban... Te aseguro que en todas las evacuaciones hay intenciones políticas".

Nagin demostró ser consciente de que se avecina una avalancha de críticas y el lunes aseguró que volvería a actuar de la misma manera. "Quizá describiría al Gustav no como la madre de todas las tormentas, sino como la cuñada o la hermana fea de todas las tormentas", dijo.