Los hielos de Terranova y Labrador se han teñido de sangre. Dos meses después de que el Gobierno de Canadá aprobara un permiso para cazar 350.000 focas al año, la cifra más alta desde 1956, cerca de 12.000 cazadores con rifles y palos han acabado en los dos últimos días con 280.000 ejemplares en la costa atlántica del país. Autoridades y organizaciones de pescadores defienden la matanza por causas económicas y ecológicas y afirman que ahora se emplean técnicas "más humanas", pero organizaciones que defienden los derechos de los animales denuncian que se sigue despellejando a focas aún vivas.

El plan de caza que permite la matanza de 975.000 animales en tres años fue aprobado en febrero por el Ministerio de Pesca y Océanos. Entre los argumentos para defenderlo se esgrime que es una parte vital para la economía local, para la que el año pasado generó cerca de 17 millones de euros. Además, se asegura que hay en vigor técnicas como el uso de rifles para asegurar una muerte menos dolorosa y se recuerda que hay restricciones como no matar focas de menos de 12 días.

POBLACIONES EN AUMENTO Las autoridades canadienses también afirman que las dos especies objeto de captura, la foca de Groenlandia y la foca narizona, se han multiplicado hasta los 5,2 millones de ejemplares, lo que está produciendo efectos aciagos en los bancos de bacalao, principal fuente de alimentación de las focas. Este extremo ha sido desmentido por Greenpeace, desde donde se afirma que si hay menos bacalao es por el efecto humano.

Pese a todo, Greenpeace no se ha implicado activamente en la campaña con el argumento de que ahora está volcada, entre otros asuntos, en los transgénicos y el cambio climático. Y no es la única organización ecologista que se ha quedado al margen. De hecho, las protestas han sido menores que antaño, unas movilizaciones que llevaron a Canadá a reducir las capturas a 15.000 al año.

Sin embargo, con la piel y la carne ganando atractivo en países como Rusia y Polonia, además de los tradicionales China y Noruega, Canadá volvió a subir las cuotas el año pasado y en febrero alcanzó el máximo de las últimas cinco décadas.