La población de lince ibérico en España y Portugal superó en el 2015 la barrera de los 400 ejemplares, un hito atendiendo a que hace apenas una década quedaban menos de 100, según muestran los datos del censo del año anterior presentados en Sevilla durante un semanario internacional sobre conservación de la especie.

El censo, elaborado por el programa Life+Iberlince y firmado por el coordinador del plan de recuperación, Miguel Ángel Simón, concluye que hay exactamente 404 ejemplares, de los que 361 se encuentran en Andalucía. Las cifras incluyen tanto los animales en libertad, que son la gran mayoría, como los que están en centros de cría en cautividad.

El aumento ha sido constante en los últimos años gracias al éxito del programa de reintroducción, que ha permitido liberar ejemplares en territorios donde la especie se había extinguido en décadas pasadas, como en el sur de Extremadura y en Castilla-La Mancha, así como en el Alentejo (Portugal), donde ahora hay 43. El lince también está progresando de forma natural, como confirma el hecho de que algunos núcleos aislados ahora estén conectados y que dos ejemplares liberados en Toledo, Kentaro y Kahn, hayan recorrido grandes distancias hasta llegar, respectivamente, a la provincia de León y el Algarve. Ya hay incluso linces de tercera generación, es decir, hijos de hijos de animales liberados.

De hecho, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) dejó el año pasado de catalogar el lince ibérico como especie “en peligro crítico de extinción” y ahora es simplemente especie “en peligro”.

La población de la Sierra Morena andaluza, principal núcleo de la especie en España, asciende a 285 ejemplares entre los parques naturales de Andújar y Cardeña-Montoro más las áreas de reintroducción de Guadalmellato y Guarrizas. En el área de Doñana-Aljarafe se han censado 76.

Fuera de Andalucía, fruto de los planes de reintroducción, hay núcleos ya establecidos en el valle del Matachel (Badajoz), con 43 linces; el valle del Guadiana (Portugal), con 10, y los Montes de Toledo, con 8, así como 9 en dos núcleos (occidental y oriental) de Sierra Morena en Ciudad Real.

Ahora los grandes retos son superar la lacra de los atropellos y los estragos causados por la enfermedad hemorrágica EHVb en las poblaciones de conejo silvestre, que son su principal alimento.

El año pasado, según los datos del censo, 10 linces murieron atropellados, que pese a todo fue un descenso notable frente a los 21 del año anterior. Otros cinco fallecieron por causas desconocidas, dos por enfermedad, dos por furtivismo, dos por peleas y uno por ahogamiento. En cuanto a la falta de conejos, está afectando especialmente a los núcleos principales de Cardeña-Andújar y Doñana, lo que obliga a los linces a salir de sus territorios para alimentarse. En colaboración con diversas entidades, se están liberando conejos de cría como suplemento para la alimentación.

También se están realizando trabajos, como destaca el informe del censo, para evitar la consanguinidad genética mediante cruces entre ejemplares de las dos poblaciones fundamentales.