El hombre que asesinó a Diana Quer había violado antes de matar a la joven de 18 años y quiso volver a hacerlo después. Hace 12 años, José Enrique Abuín Gey, alias ‘El Chicle, agredió sexualmente a su cuñada. El proceso judicial embarrancó porque la hermana gemela de la víctima -la mujer de Abuín- escogió proteger a su marido y le procuró una coartada. Hace una semana, Abuín intentó que tres mujeres subieran a su coche durante la madrugada de Nochebuena. Las tres le rechazaron y al día siguiente, durante la tarde de Navidad, sacó un cuchillo para obligar a una cuarta chica a subirse por la fuerza. La joven se salvó porque una pareja acudió a rescatarla al escuchar sus gritos de auxilio. Este último intento posibilitó la detención de el Chicle, que ahora se ha convertido en uno de los criminales más famosos de España. Pero los expertos en violencia sexual se apresuran a subrayar que aunque casos como el de Diana Quer acaparen todos los focos, la mayoría de hombres que atacan a las mujeres no son violadores en serie.

Según los datos de Eurostat, el 90% de las víctimas de delitos sexuales son mujeres y el 99% de los agresores son hombres. Como subrayan el catedrático de Psicología de la Universitat de Barcelona (UB), Antonio Andrés Pueyo, y la directora de la Unidad de Crisis de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), Ingeborg Porcar, la mayoría de estas denuncias recaen sobre hombres que, sin sufrir distorsiones cognitivas ni presentar rasgos psicopáticos, han terminado comportándose como violadores porque han usado la fuerza, o la coacción, para mantener relaciones sexuales sin el consentimiento de las mujeres.

Contra esta violencia sexual, de raíz machista, «las campañas de concienciación o la educación en la etapa escolar» son necesarias, explica Porcar. Sin embargo, contra un perfil como el de Abuín, «son inútiles», aclara Pueyo.

El asesino de Diana Quer encaja dentro de los violadores que presentan rasgos piscopáticos. Un diagnóstico que solo un estudio médico basado “en la escala internacional de PCL-R”, explica Judit López -especialista en violencia sexual de la unidad de la UAB- puede concluir. Estos agresores actúan movidos por el ansia de “someter a la mujer y de humillarla”, detalla Porcar. Porque “carecen de empatía y gozan haciendo daño”, añade López.

Abuín, recuerda Pueyo, era un hombre con una «trayectoria delincuencial larga». Es probable que con Diana Quer no actuara «con planificación», sino que, tras matarla, optara por deshacerse del cadáver para resolver «el problema» sin respetar las leyes, como de costumbre. El hecho de que hubiera burlado a la justicia con su cuñada, y que siguiera en libertad año y medio después de asesinar a Diana, habrían reforzado su «sensación de impunidad».

Prisión revisable

Jordi Nieva, catedrático de Derecho Procesal de la UB, explica que a Abuín podrían caerle «30 años de cárcel». Una agresión sexual que culmina con el asesinato de la víctima es un delito de «una gravedad extrema». En España existe la prisión permanente revisable, que permite ampliar la privación de libertad tras el cumplimiento de condena si se estima que el reo sigue siendo una amenaza para la sociedad. Abuín podría recibir este castigo, dice el profesor.

Pueyo, Porcar, López y Nieva coinciden en que resulta complicado prevenir los ataques de un violador como Abuín. Tampoco resulta fácil «curarlo». Lo que sí resulta útil, y urgente, es mirar de frente a la violencia sexual en su globalidad, y concienciar a escala social para evitar la mayoría de ataques, los que se denuncian en campañas como las de #MeToo y cometen hombres que no son como el Chicle.