Con la cabeza siempre agachada y aspecto contrito, Ariel Castro compareció ayer por primera vez ante el juez después de que las autoridades de Cleveland le acusaran la víspera de haber secuestrado y violado a Amanda Berry, Gina de Jesús y Michele Knight. El músico de vocación y conductor de autobuses escolares de profesión hasta el año pasado escuchó en silencio como se le imponía una fianza de 8 millones de dólares, dos por cada una de las mujeres a las que explotó sexualmente y torturó psicológicamente en su prisión doméstica y otros dos por la hija de Berry que nació en su casa. Las autoridades, sin embargo, dejó libres a los hermanos de Castro, Pedro y Onil, detenidos también el lunes.

Según los investigadores del FBI ninguno de los dos tuvo relación alguna con las sádicas tropelías de Castro que, según un informe policial filtrado a la prensa, mantuvo inicialmente a las chicas encadenadas en el sótano y más tarde les permitió vivir en habitaciones separadas del segundo piso de su casa. Tanto Pedro como Onil tienen desde hace años serios problemas de alcoholismo y, especialmente el primero, es una calamidad errante que solía pedir limosna en la puerta de varios supermercados. Algunos vecinos creen que difícilmente hubieran podido mantener tanto tiempo un secreto tan espantoso.

El ayudante del fiscal, Brian Murphy, dijo ayer que los cargos contra Castro se basan en decisiones que el acusado tomó de forma "deliberada, premeditada y depravada" para raptar a las tres jóvenes y servirse de ellas "para su propia satisfacción". A las tres les echó el lazo de la misma manera, según el informe policial filtrado a la prensa y basado en las primeras entrevistas con las mujeres liberadas el lunes. Las vio en la avenida Loraine y se ofreció a llevarlas a casa. Al menos a Gina la conocía porque era compañera de colegio de su hija y una de sus mejores amigas.

UNICAMENTE AL JARDIN Una vez atrapadas en casa, solo las dejó salir en un puñado de ocasiones al jardín, pero disfrazadas con pelucas y gafas de sol. Durante el cautiverio, nació la hija de Amanda. Dio a luz en una piscina hinchable de plástico dentro de casa, con Michele ejerciendo de matrona. Durante el parto, según el informe policial, Castro amenazó con matar a Michele si la niña no sobrevivía. Y estuvo a punto de no hacerlo. Aparentemente, el bebé dejó de respirar en algún momento y Michele tuvo que reanimarla con el boca a boca.

Castro no quiso, en cambio, que nacieran los niños concebidos por Michele, que tuvo cinco abortos en los 11 años que pasó recluida en la casa. Para provocárselos, dejó de alimentarla al menos durante dos semanas y le golpeó en el estómago, según relato ella más tarde a la policía. Michele es la única de las tres mujeres que sigue en el hospital, aunque todavía no se ha aclarado los motivos. Tras desaparecer, la policía dejó de rastrear su paradero muy pronto porque creyó que Michele se había marchado de casa por su propia voluntad, deprimida tras perder la custodia de su hijo.

TIEMPO DE TELEVISION Durante los años del secuestro, las mujeres pudieron ver en televisión cómo se organizaban marchas y vigilias vecinales para buscarlas. Ninguna de las tres familias abandonó nunca la búsqueda y los casos de Amanda y Gina llegaron a America Most Wanted , un programa de televisión que busca a personas desaparecidas.

Para todas ellas, les queda ahora un largo proceso de recuperación. "Os pedimos vuestro apoyo para que seáis pacientes con nosotros. En cuanto estemos listos hablaremos con vosotros", dijo el miércoles Sandra Ruiz, la tía de Gina tras ser recibida en su casa con globos y una fiesta en el jardín.