Un encierro de el Montecillo, ganadería propiedad de Paco Medina, en el que abundó la mansedumbre pero resultó manejable en extremo, permitió que Enrique Ponce y Emilio de Justo salieran a hombros del coso de la Era de los Mártires en la única corrida de esta Feria de San Fernando, en Cáceres.

La tarde resultó entretenida porque los toreros salieron a darlo todo. Se disfrutó de una faena magnífica de Enrique Ponce, de las ganas y del toreo de arte de Emilio de Justo, y de la entrega de José Garrido, que no salió a hombros por el mal uso de los aceros.

La faena de Ponce al cuarto fue un modelo en muchas cosas: por su cabeza para plantear una faena siempre a favor del toro, del que encontró su buen fondo, aunque no andaba sobrado de fuerzas. Poco a poco el valenciano lo fue haciendo. Fue muy delicado el comienzo de faena, los ayudados por bajo, la trincherilla y el pase de pecho. Fue una faena de las suyas, pues al final de las tandas en redondo llegaba el cambio de mano por delante. Componía Ponce con el toro y corría la mano con suavidad, a la vez que daba tiempos al animal. Al natural, llegó el cartucho de pescado, llenaba plaza el torero y el clímax se alcanzó en las poncinas, en dos circulares de rodilla genuflexa.

Hubo en esa faena naturalidad, elegancia y torería, y fue todo un canto al regusto, al toreo a cámara lenta, al sentimiento. Sonó un aviso antes de coger la espada pero cobró una buena estocada.

Antes, el que abrió plaza fue un burel también de mucha nobleza pero muy blando, por lo que siempre lo tuvo que llevar por arriba y a media altura, y por ahí dice poco el toreo.

Emilio de Justo cortó una oreja a cada toro. Su primero ya soseó en el buen capote del de Torrejoncillo. Fue esa faena un poco intermitente al principio pero pronto fue tomando cuerpo, todo hecho con la estética y el sentimiento de este torero. Eso mientras duraron las embestidas del astado, pues al final los muletazos tenían que ser de uno en uno. Bien con la espada.

El quinto estaba hecho cuesta arriba pero tuvo ritmo en el capote de Emilio de Justo y lo toreó con cadencia a la verónica. El remate fue una llamativa revolera de rodilla genuflexa. Fue el único toro que tomó dos puyazos.

Apuntaba aspereza y se le acostó por el pitón derecho en los primeros compases de la faena. Tardeaba y en pocas ocasiones pudo ligarles los muletazos, que necesariamnte tenían que ser de uno, aunque había emoción por el sitio que pisaba el torero y la firmeza de su estar. Muchos pases fueron de buen trazo y despacito en ocasiones. Faena larga, muy por encima de las condiciones del toro. Se volcó tras la espada.

José Garrido tuvo un primer toro muy deslucido, que no humillaba y se quedaba corto. Trato de irlo haciendo pero era allí había muy poquita raza. No pudo lucir Garrido y al final se dio el arrimón.

Era más toro por delante el sexto, engatillado de cuerna y de armónicas hechuras. Humillaba en el capote de José Garrido pero se queria ir.

Comenzó la faena de hinojos con calor en los tendidos. El animal se le acostó por el pitón derecho y Garrido lo sujetaba en los medios hasta que terminó en su querencia cernana a toriles. Series muy intensas al natural, de bastantes muletazos rematados por abajo. No se quería ir de vacío y le hizo una segunda faena junto a las tablas. Pero pasó al toro de faena y no le ayudó con la espada.