María José, Pilar y yo salimos de Rabanal a las ocho, para subir la cuesta hasta Foncebadón. Los demás llegaron en coche y desde allí caminaron. La subida es de unos seis kilómetros, que no se hacen tan mal como yo temía. Bella mañana de sol y nubes. A medida que subíamos el aire se enfriaba.

Yo pensé, ingenuo, que la cuesta acababa en Foncebadón; pero seguía hasta la Cruz de Ferro. Allí, peregrinos cumpliendo los ritos y fotos de rigor. Y llegó lo peor, la bajada hasta Ponferrada, que no se acaba nunca. El Camino se vuelve vereda hostil y fragosa, en la que hay que mirar antes de poner el pie. Piedras sueltas y changuatales. Hay quien se cae. Delante de mí un pobre señor dio un culatazo imponente, menos mal que sin consecuencias. Pero una americanita graciosa tuvo que dar por acabado su peregrinaje.

En cierto tramo empecé a percibir un olor significativo y vi zurrullos de cochino. Por los clavos de Cristo que en un barzal espeso, a un metro de la senda, sentí el gruñido y la huida del scrofa . Además, dos veces olí perfectamente el acre olor del paso de la zorra. Menos mal que no llovió, porque ese descenso, mojado el suelo, ha de ser ciertamente peligroso.

A la postre pasamos el pueblito de Acebo de San Miguel y otro cuyo nombre olvido, y por fin dimos en Molinaseca. Bellísimo paraje montañés que nos ofreció el consuelo de un puente magnífico sobre las aguas cristalinas del río Meruelo. Decidido, me descalcé y dejé que el agua fría acariciara mis pies y mis piernas un buen rato. Ponferrada, a cinco kms, que esperara.

Al final, nos acercamos en coche hasta el hotel Los Templarios, en la parte noble de la noble villa, a cuatro pasos de la iglesia de la Virgen de la Encina, la que se apareció a aquel caballero del Temple. Ponferrada: magníficas murallas, impagables aires del Medioevo; pero El Castillo, cerrado, maldita sea. Cenamos en el coqueto Las Cuadras, con el sabor inexorable de la antigüedad y la Historia en los bordes del plato. Sabrosísimo pulpo, por cierto. Mañana veremos. Ultima etapa y con la amenaza de la lluvia.