La cumbre de Durban empezó a desmontarse ayer ajena a las maratonianas negociaciones aún en curso. Los operarios quitaban paneles, cables y carpas de la Conferencia de la ONU sobre Cambio Climático (COP17) mientras los delegados seguían reunidos a altas horas de la noche para intentar salvar un acuerdo de mínimos. Realmente muy mínimos.

Lo que se buscaba es básicamente un texto que accedieran a firmar la UE, EEUU, China y la India. La presidenta de la COP17, la ministra sudafricana Maite Nkoana-Mashabane, presentó por la tarde un nuevo borrador de declaración --el tercero-- y pidió al plenario que lo aceptara: "No podemos dejar que la perfección se convierta en enemigo de lo bueno o lo posible. El mundo les está esperando". Pero no convenció. Entre las reacciones más airadas --y aplaudidas--, la de la representante venezolana, Claudia Salerno, que criticó "el bajo nivel de ambición" de un texto que "no solucionará los problemas".

Aunque la cumbre tenía que haber acabado el viernes, anoche planeaba la posibilidad de seguir negociando hoy o incluso de que los delegados se levantasen de la mesa y dejaran los acuerdos para una COP17 bis en los próximos meses. No sería la primera vez: la cumbre ya se repitió en el 2001. "Estamos llegando a las cuestiones cruciales. Y progresando. La presión del tiempo se nota en el ambiente", tuiteaba esperanzada la comisaria europea de Acción por el Clima, Connie Hedegaard. En discusión estaban anoche cuándo y cómo será el futuro acuerdo global contra el cambio climático. En el capítulo jurídico, las opciones bailaban entre darle forma de "protocolo" o de "marco o instrumento legal". Pero a última hora se le añadió una tercera fórmula, la de "resultado legal", que la UE rechazó de pleno.