Carmen Cervera acabada de ser nombrada la mujer mejor calzada de España. No hay porqué tomárselo a broma ni tampoco tiene doble sentido, ya que el premio es, como su propio nombre indica, un reconocimiento que la asociación española de fabricantes de zapatos hace a las mujeres que, como la baronesa, no reparan en gastos a la hora de comprar calzado.

Para hacer honor al galardón, Tita se desplazó hasta Elda, meca de la industria zapatera española. La baronesa parecía feliz, pues un premio es un premio y con algo hay que conformarse, habida cuenta de que Carmen Cervera tampoco aparece en la última lista de títulos nobiliarios concedidos por el Rey.

El título de mujer bien calzada plantea, sin embargo, una gran incógnita, pues hasta ahora la sonrisa modelo rictus de la baronesa viuda podía atribuirse al dolor de pies. Pero no, será que Tita, a pesar de sus riquezas, sus recuerdos y su fe, sufre por dentro. Motivos no le faltan: se compró un barco velero de segunda para ahorrar y le está costando más el collar que el perro. La embarcación necesitaba cambios en la cubierta y en la decoración y, al parecer, el coste de las reparaciones ha superado el de compra y la baronesa viuda, lógicamente, está que trina.

Por si fuera poco, Tita se enfrenta a la aparición del último tomo de las memorias de José Luis de Vilallonga, en las que éste esboza un cruel retrato de la baronesa viuda. Vilallonga y Cervera se enfrentaron cuando el primero fue contratado para escribir las memorias del barón Thyssen. Tita Cervera despidió al escritor por farsante y éste se vengó calificándola de cazafortunas. O, ¿fue al revés?