TYt tú qué vas a ser de mayor, guapino?", preguntaban las visitas hace 30 años. Y guapino respondía que médico, ingeniero o veterinario. Hoy, la respuesta de guapino es más genérica: "Yo quiero ser algo que no se pueda estudiar donde vivo". Hace 30 años, las universidades con más prestigio eran las de Santiago de Compostela, Salamanca y Granada, ciudades todas ellas de las que se contaban historias asombrosas de vino y rosas, de amor y revolución, de risas y amaneceres. Pero a mediados de los 80, una nueva capital se coló de manera sorprendente en el repóker de las ciudades españolas con prestigio universitario. Se trataba de Cáceres, que a base de botellones y pedagogía, se convertía en plaza codiciada para todos los amantes de la juerga y la ciencia.

Se abarrotaban los pisos, las aulas, las residencias y los bares. Las noches cacereñas se convertían en una orgía perpetua que abría cada año algún Telediario. A partir del miércoles, los encerados de las facultades se llenaban de convocatorias festivas y desde las provincias cercanas se organizaban excursiones para gozar de las noches más educativas del país. Pero de pronto, la fiesta se ha acabado y Cáceres se ha quedado sin prestigio universitario. Los estudiantes vuelven a escapar a Granada y Salamanca y en el gremio de la hostelería, la desazón propaga un rumor que de ser cierto significaría el comienzo del declive de la ciencia: este curso, la matrícula universitraria en el campus de Cáceres ha bajado un 25%. ¿Qué va ser de nuestro I+D (Investigación más Dyc)?