Son muchas, quizás demasiadas, las veces que los humanos olvidamos que somos animales. Quizás por esto sorprenden las ocasiones en que estudios sobre el comportamiento humano consigue ponernos delante del espejo y reflejar en nosotros patrones asociados con la conducta animal.

Ejemplo de ello, una reciente investigación publicada en la revista PNAS en la que se plantearon técnicas de observación etológica, utilizadas para estudiar el comportamiento animal, para analizar las dinámicas sociales producidas en los quirófanos. A través de esta perspectiva, la antropóloga Laura K. Jones y el célebre primatólogo Franz de Waal demostraron que muchas interacciones humanas se rigen por patrones que también moldean el comportamiento de primates no humanos, como es el caso de chimpancés o bonobos.

Como si de especies salvajes se tratara, los investigadores observaron in situ el comportamiento de cirujanos, residentes, personal de enfermería y auxiliares durante 200 operaciones realizadas entre el año 2014 y el 2016. Esta aproximación les llevó a categorizar un total de 6.348 interacciones espontáneas entre más de 400 profesionales. Posteriormente, los resultados fueron clasificados según si propiciaban una situación de conflicto, cooperación o neutral.

Los principales resultados del estudio apuntan a que factores como la jerarquía y el género de un equipo quirúrgico resultan fundamentales para comprender las dinámicas de cooperación y conflicto producidas durante las operaciones. Unos resultados que, según apuntan los autores, plantean la necesidad de redefinir muchas de las ideas sobre la composición óptima de un equipo sanitario.

Cuestión de jerarquía y género

Una de las principales conclusiones a las que llega el estudio tiene que ver con la incidencia de la jerarquía en la creación de conflictos. Los investigadores observaron que la mayoría de disputas o enfrentamientos producidos en las salas de operaciones se originaban desde altos cargos del equipo, como es el caso de cirujanos, e iban dirigidos a profesionales de menor rango, como auxiliares y personal de enfermería.

Paralelamente, también se observó que la composición de género del equipo influía en la creación de dinámicas de cooperación o conflicto. Según apunta el estudio, los equipos compuestos mayoritariamente por hombres, eran dos veces más propensos a las dinámicas conflictivas respecto a aquellos que contaban con una mayoría de mujeres. En esta misma línea, una composición heterogénea del personal favorecía la cooperación entre los diferentes integrantes del equipo. Y se daba más si el cirujano/a a cargo era de un género diferente al de la mayoría del equipo.

Los investigadores sugieren que estas conductas podrían explicarse desde la perspectiva de la biología evolutiva. De la misma manera que ocurre en el mundo salvaje, la competencia entre individuos del mismo sexo aumenta en relación a la necesidad afirmar el rol de alfa respecto al grupo. Una situación que, en cambio, no se produciría con la misma intensidad en casos de equipos más heterogéneos desde el punto de vista del género.

En el mundo animal

Si bien es cierto que existe un paralelismo más que evidente entre algunos comportamientos humanos y de animales salvajes, generalizar en exceso podría jugar en contra nuestro. Miquel Llorente, responsable de investigación de la Fundación MONA y presidente de la Asociación Primatológica Española (APE) explica que, igual que ocurre con los humanos, en el mundo animal tampoco se puede especular: "No todos los grandes simios se comportan igual. Ni siquiera diferentes individuos de una misma especie actúan de la misma manera". Según explica Llorente, los chimpancés se estructuran en sociedades muy machistas y violentas. Los bonobos, en cambio, destacarían por una jerarquía mucho más igualitaria. Una razón más para no ahondar en especulaciones referentes al mundo animal.

Por otro lado, según explica Montserrat Colell Mimó, profesora titular de Etología y Primatología en la UB, cabe interpretar los resultados de este estudio en su debido contexto. Es decir, teniendo en cuenta que no todo comportamiento humano se puede achacar a un fundamento biológico. "Es muy importante tener en cuenta que el comportamiento humano está matizado por una infinidad de aspectos de tipo cultural. Así que no sería correcto extrapolar cualquier comportamiento producido en animales salvajes para explicar cómo interactuamos entre humanos", añade Colell.

Similitudes y diferencias

¿En qué nos parecemos y en qué nos diferenciamos humanos y primates no humanos? Según apunta Llorente, este tipo de aproximaciones, en los que la distancia entre unos y otros se reduce, contribuyen a romper el egocentrismo humano: "Lo bueno de estos estudios es que nos desmitifica como especie. Apenas llevamos entre 200.000 y 300.000 años sobre la Tierra y ya nos creemos únicos y singulares. Como si fuéramos el cúlmen de la evolución. Pero no. Investigaciones como esta demuestran que compartimos mucho con otras especies de grandes simios".

En esta misma línea, Colell añade: "Que se vayan trazando estos paralelismos entre primates y primates no humanos no me parece ni de lejos ofensivo. Es más, la idea de continuum que se desprende me parece preciosa. Lo que pasa es que hay mucha gente que, por cuestiones ideológicas, se siente incómoda al observar estas similitudes. Reconocemos algunos de nuestros comportamientos en los simios y viceversa porque en muchas ocasiones es el mismo", concluye la investigadora.