El príncipe Enrique de Inglaterra, de 18 años, que lleva casi todos los números para convertirse en la nueva oveja negra de la familia real británica y seguir dándoles quebraderos de cabeza a su padre y su abuela, acaba de decir que por el momento no tiene intención de ir a la universidad y que el año que viene se alistará en el ejército. Tan decidido está que ha decidido la unidad de la que quiere lucir el uniforme, la Guardia de Gales, en la que su padre, el príncipe Carlos (ambos en la foto, el pasado marzo) ostenta el grado de coronel.

Sin embargo, parece que no ha sido el heredero del trono el que ha ejercido esa influencia en su hijo, sino el capitán Mark Dyer, al servicio del joven príncipe y que se ha convertido en su amigo y confidente.

El objetivo militar del príncipe Enrique no ha sentado mal a su padre. El y los demás hijos de la reina Isabel II han pasado por ahí y los Windsor piensan que al conflictivo hijo pequeño de Diana de Gales no le sentaría nada mal una buena dosis de disciplina castrense, en vista de que en el colegio de Eton no consiguieron manejarle y a punto estuvieron de expulsarle.

CAMBIOS DE IDEA

El príncipe Enrique, que tuvo problemas con el alcohol y las drogas, y dejó a su familia de piedra cuando se enamoró juvenilmente de la hija de un mecánico, le había dicho a su padre que quería ser jugador de polo profesional, a lo que Carlos accedió si tras un año sabático entraba en la universidad. También había tenido en mente instalarse en Suiza para trabajar como pinche en un hotel y aprender el arte de los fogones.