TDtesde los inicios de la democracia ha ido calando en el subconsciente del ciudadano español la idea de que el Estado que nos ampara es débil y timorato. Y con razón: el Estado ha ido cediendo terreno ante las presiones de numerosos frentes. El gobierno (de izquierda o de derecha) se ha mostrado durante muchos años inoperante contra el terrorismo de Eta, ha promovido una ley del menor que apenas condena delitos inadmisibles, ha silenciado una y otra vez las insidias de ese vecino mal avenido que es Marruecos, etc. Por si fuera poco, el gobierno progresista del PSOE no solo ha permitido el auge de nacionalismos excluyentes sino que además se ha aliado con ellos, error que ya empieza a pagar en las urnas.

Pero el Gobierno actual, el de Zapatero , por mucho que los sectarios se empeñen, ni es infalible ni tampoco se equivoca siempre. Está compuesto por personas, sujetas al error y al acierto, y son sensibles como cualquier ciudadano de a pie a levantarse en armas cuando llegan al hartazgo. Eso es lo que han hecho al decretar el estado de alarma: renunciar a la pasividad para actuar contra el chantaje.

De los controladores aéreos poco cabe esperar ya: hace mucho tiempo que, favorecidos por un Estado anodino, perdieron el sentido de la realidad. Ignoran que su obligación es la de servir al ciudadano; creen que es el ciudadano quien debe servirles a ellos.

Sería conveniente que todos los Estados de Europa se aliaran para convertir la profesión de los controladores en una más, sujeta a la oferta y la demanda. El ciudadano no debe pagar los platos rotos de una casta tan privilegiada como insaciable.