TSti algo define a los tertulianos de radio y televisión de hoy día es su pretensión --acaso obsesión-- por aparentar seguridad en todo lo que dicen. Es como si existiera un código no escrito, el de prohibido dudar , que estos profesionales de los medios de comunicación deben hacer suyo si quieren mantener el tipo (y el puesto). El axioma podría ser: convéncete a ti mismo para luego poder convencer a los demás . El asunto tendría su lógica si estas personas se dedicaran a disertar únicamente sobre su especialidad. Ahora bien, ¿cuál sería esa especialidad? La respuesta es: todas. Castigados por el código antes citado, pobre de aquel tertuliano que no tenga siempre a mano respuestas adecuadas a temas como el conflicto entre israelíes y palestinos, la crisis económica, el cambio climático, el fracaso escolar, los bajos índices de lectura, la violencia doméstica o el hambre en países subdesarrollados. Afortunadamente ninguno desfallece: todos tienen respuesta para todo, faltaría más. Y si no vivimos en un paraíso, ay, es precisamente porque no prestamos la suficiente atención a estos sabios de la palabra. (Con muchos columnistas de prensa ocurre exactamente lo mismo).

Supongo que mi escepticismo es producto de mis complejos intelectuales. Y es que, al revés que estos ilustrados, cuanto más tiempo y esfuerzo dedico a informarme sobre el mundo que me ha tocado en suerte, menos respuestas tengo que ofrecer. Habrá de perdonar el lector que en la mayoría de las ocasiones mis escritos no vengan espoleados por la certeza sino por la duda, y que prefiera hacerme preguntas en voz alta a regalar respuestas magistrales.