Las langostas dejarán de ser hervidas vivas en Suiza y los cocineros tendrán que aturdirlas antes de cocerlas a partir de ahora, cuando entra en vigor una nueva ley promovida por los animalistas.

La legislación protege a las langostas y otros decápodos vivos, que tampoco podrán ser transportados en hielo ni en agua helada, sino únicamente en su entorno natural, lo que implicará el uso de especies de peceras.

«Varios estudios indican que tienen habilidades cognitivas y pueden sentir dolor», dijo la representante de la plataforma para la protección de animales Swiss Animal Protection (SAP), Martina Schybli.

Esa sensibilidad ya había sido evocada por la diputada del Partido Ecologista Suizo, Maya Graf, cuando presentó una moción en el Parlamento helvético solicitando que se prohíba la importación de langostas a Suiza.

Argumentó que estos animales empiezan a sufrir desde su captura, mucho antes de llegar a Suiza y sostuvo que no había razones «de gusto ni de higiene» que justificasen el importarlas vivas.

Como alternativa, propuso «electrocutarlas» o matarlas mediante otro método justo después de su captura e importarlas congeladas, por ser «la única forma de garantizar una higiene impecable».

De opinión muy distinta son los restauradores que proponen platos de langosta, como el chef del restaurante Chez Philippe de Ginebra, Philippe Chevrier, quien aseguró que «si el bogavante está muerto con mucha antelación, la carne pierde su agua, se vuelve pastosa y sin ningún interés gustativo».