La aprobación del Lynx Connect permite a las asociaciones conservacionistas quitarse el mal sabor de boca que supuso quedarse fuera, por primera vez en 17 años, de la convocatoria del proyecto Life en 2019, cuando la propuesta española se rechazó por poco realista» y «excesiva» en presupuesto estimado. Un mazazo para un proyecto considerado ejemplo del conservacionismo moderno por sus resultados y unidad de actores involucrados, y que año tras año la Unión Europea colocaba entre los mejores.

En este año de transición sin financiación europea, los 21 socios del proyecto entre administraciones públicas regionales, nacionales y oenegés y asociaciones, han tenido que tirar de esfuerzo y recursos propios para mantener al menos las acciones básicas. «Seguimiento, cría en cautividad, gestión en fincas y suelta de ejemplares… se ha realizado con normalidad», justifica Luis Suárez, de WWF, «no se ha dejado de hacer nada a fin de no mermar el trabajo ya realizado». Una alianza que es uno de los rasgos identitarios del proyecto, según Suárez. «Parte del éxito de la preservación ha sido que todo el mundo que tenía que estar en el proyecto se puso a trabajar, y en la misma dirección».