Nos falta esta valla para poder estar dentro», afirman mirando al otro lado de la alambrada con impotencia. Aunque algunas pueden entrar conduciendo camiones para que sean descargados, la cafetería para transportistas es lo más lejos que llegan las mujeres en el recinto de contenedores del puerto de Algeciras.

Al menos aquellas que se han atrevido a dar el paso e interesarse por acceder a un puesto de estibador, los responsables de descargar los contenedores y apilarlos o meterlos con la grúa en los grandes buques y que disfrutan de un sueldo apetecible en una de las zonas con más paro del país.

Aunque muy mecanizadas, son unas tareas aún vetadas a las mujeres, que se han constituido en asociación para alzar la voz y denunciar una discriminación laboral de libro. Una exclusión más flagrante si cabe por cuanto se trata de un servicio de interés general que el Estado debe ofrecer de forma obligatoria en un territorio en el que está vigente una ley que impulsa la igualdad de condiciones de acceso a los puestos de trabajo.

El de Algeciras es el mayor puerto de España y el único sin ninguna estibadora. La contratación en la estiba se realiza obligatoriamente a través de sociedades anónimas de gestión (SAGEP), unas entidades privadas que tienen la exclusiva del trabajo en los muelles de carga y descarga y que funcionan en la práctica como una bolsa de trabajo. Aunque la fórmula levanta recelos en Bruselas, que amenaza con cuantiosas multas a España si no se produce la liberalización total del sector.

CURRÍCULOS POR BUROFAX / En Algeciras la plantilla ronda los 1.880 trabajadores (1.522 fijos y más de 350 eventuales). Pero ninguno de ellos es mujer, confirman algunos trabajadores. Por eso a finales del 2014 surgió la asociación de Mujeres Estibadoras de Algeciras, que suma ya más de 250 integrantes, muchas vinculadas de una u otra manera al mundo portuario. «Fuimos a dejar un par de currículos, y no solo no quisieron aceptarlos, sino que, con cierta sorna, en su lugar nos dieron un listado de empresas, fuera del recinto, donde nos comentaron que habría más posibilidades», relata la portavoz Raquel Saavedra.

«Todo son trabas con la compañía y con el comité de empresa. Ni nos reciben», lamenta, señalando que han tenido incluso que enviar varios burofaxes con los currículos de medio centenar de féminas dispuestas a incorporarse. En el pueblo «nos han llegado a decir que por qué no probábamos a trabajar en la recogida de basura -narra Mónica, una de las primeras integrantes de la asociación-. Se trabaja más y se gana menos, decían. Pues que vayan ellos».

La lucha de estas mujeres choca con un muro: un mundo muy masculinizado y endogámico, ya que no son pocos quienes denuncian que la opacidad del proceso de selección de personal encubre casos de nepotismo.

Muchas mujeres de la asociación tienen familiares en la estiba que les apoyan, y no quieren dar sus apellidos porque «dentro tienen que aguantar comentarios desagradables sobre nosotras o incluso hacia ellos». Las reticencias no son solo masculinas, sino también de otras féminas que ven en ellas unas «comehombres» que amenazarán la estabilidad de sus parejas o su sustento.

«QUE NO ME CARGUEN SU TRABAJO» / Algunos trabajadores evidencian esos obstáculos. «A mí no importaría que fueran compañeras», sonríe con ironía Manuel mientras radiografía a las mujeres de arriba abajo desde lo alto de un barco. «Eso sí, que no digan que no pueden mancharse las manos. Si cobran lo mismo que yo, que no me carguen su trabajo».

El puerto gaditano es polivalente, lo que supone que parte de las labores requieran esfuerzo físico para soltar o amarrar contenedores. Por ahí empieza la mayoría de la plantilla. Se trata de un trabajo duro, a veces en condiciones meteorológicas inclementes y en lo alto de un andamio. La siniestralidad también es alta. Pero ellas reclaman tener la oportunidad de poder hacerlo.

«No todos los hombres son tan fuertes, y algunos no soportan las alturas», alegan, recordando que hay muchos que conducen camiones o manejan grúas «con una especie de joystick». Y en cualquier caso, son labores que ya desempeñan sin problemas otras mujeres en puertos como Barcelona, Valencia o Málaga. Es un empleo bien pagado y con una jubilación obligatoria a los 55 años, con el 100% de la pensión asegurada. Una excepción en una comarca depauperada y con un paro del 37% que muchos hombres se resisten a compartir con más competencia. «Se quejan de que les queremos quitar el puesto a padres de familia. Pues yo soy madre de familia, con dos hijas, y con los mismos gastos», dice Mónica. Separada, explica que la lucha es también para que sus dos hijas tengan un futuro mejor e igualdad de oportunidades.

CONTRATACIONES A FINAL DE AÑO / Desde la SAGEP de Algeciras niegan cualquier tipo de discriminación, y afirman que si no hay féminas es porque hasta ahora ninguna se ha interesado por este puesto, y que las últimas incorporaciones fueron hace tres años. Un portavoz defiende que el proceso de contratación, al ser una empresa privada, no es público, y que siempre se ha basado «en la selección de los mejores».

Por eso, entiende que si ellas siguen interesadas, podrían entrar en la oleada de contratos que realizarán a final de año. Ahí vendrá la segunda parte de la lucha, señala la parlamentaria andaluza Inmaculada Nieto (IU), cuando tengan que reclamar que se adapten las instalaciones y los vestuarios y medidas de conciliación en el convenio colectivo. H