El debate sobre las pseudociencias también ha alcanzado la psicología. Más de 1.200 psicólogos y psicólogas se han adherido a un manifiesto en defensa de una psicología científica poco después de que el Consejo General de la Psicología de España (CGCOP) emitiera un comunicado en el que se argumenta que algunas de las consideradas pseudoterapias, recientemente cuestionadas por el nuevo plan del Gobierno contra las disciplinas sin evidencia científica, pueden ofrecer un «beneficio contrastado» si se desarrollan en manos de psicólogos oficiales. «Esta es una afirmación errónea y extremadamente preocupante», exponen la veintena de profesionales impulsores del manifiesto en el que se pide que la entidad retire su apoyo a pseudoterapias que «no han mostrado efectividad, a pesar de haber sido puestos a prueba repetidamente a lo largo de su historia».

«El psicoanálisis, el coaching, la bioneuroemoción, la terapia Gestalt, las constelaciones familiares y la programación neurolingüística no son ramas de la psicología. Son teorías basadas en falsedades que se aprovechan de la desesperación y el desconocimiento de la gente», argumenta el psicólogo, divulgador y docente Ramón Nogueras, que no duda en comparar una disciplina consolidada como el psicoanálisis y otras abiertamente esotéricas.

«Podemos discutir sobre qué metodología es más o menos válida para estudiar la conducta humana, pero en ningún caso podemos aceptar disciplinas que plantean sandeces como que todo lo que hacemos está dictado por el subconsciente», añade reluctante el psicólogo también conocido por su militancia contra la intrusión de las pseudociencias en el mundo de la salud mental.

CONFUSIÓN/ «Empecemos aclarando las bases de la discusión», reclama el psicólogo Daniel Palacino. «La psicología es una disciplina científica basada en evidencias sólidas. El problema viene cuando bajo esta etiqueta empezamos a incluir todo un conjunto de teorías esotéricas que especulan sobre el comportamiento humano y les damos la misma validez que aquellas que han pasado el corte del método científico», sentencia. Los escépticos denuncian que esta confusión inicial alcanza y desorienta a los pacientes en momentos de necesidad alejándolos del entorno clínico en el que podrían recibir una atención adecuada. Es entonces cuando la intrusión de las pseudopsicologías puede convertirse en un potencial peligro.

Esta discusión abre una grieta entre quienes creen que la eficacia de una teoría se demuestra con la práctica y quienes defienden que lo único que vale es aquello que ha demostrado su efectividad de manera empírica. «No podemos permitir que se cree un falso debate sobre la necesidad de que la ciencia avale o no una disciplina. Aquí hay que dejar claro lo que está demostrado y lo que son especulaciones sin fundamento», argumenta el filósofo de la ciencia y experto en pseudoterapias Angelo Fasce. «Los investigadores, el núcleo duro de la disciplina, saben con total certeza qué afirmaciones están respaldadas por la evidencia y cuáles carecen de fiabilidad. El problema suele venir de la mano de algunos psicólogos de oficio que muestran claros problemas de apego con la ciencia», matiza. En este sentido, los profesionales más críticos del sector denuncian que la falta de compromiso con la evidencia científica también alcance algunas instituciones. «A día de hoy siguen habiendo colegios profesionales con secciones dedicadas al psicoanálisis y otras pseudopsicologías. También hay casos en los que las mismas universidades organizan cursos, congresos y otras actividades formativas sobre temas sin ningún respaldo científico. ¿Cómo vamos a reivindicar una psicología científica si las pseudociencias actúan con total impunidad e amparadas por las instituciones?», reflexiona Fasce. «Cuando los mecanismos de control profesional fallan, nos encontramos ante un caldo de cultivo perfecto para que surjan prácticas de índole pseudocientífica», comentan Lázaro Santano y Merche García-Jiménez, psicólogos responsables del proyecto crítico Diagnóstico Cultura.

«Esta confusión se traslada a la sociedad como una ausencia de solidez dentro de la psicología. Si trasmitimos la idea de que existen múltiples teorías y enfoques de actuación de naturaleza tan dispar parece que la elección entre una terapia más o menos ortodoxa obedece a caprichos personales del terapeuta y no a los criterios de una disciplina metodológicamente rigurosa», apuntan además desde una perspectiva crítica.

PACIENTES DESORIENTADOS / Toda esta confusión sobre qué es y qué no es psicología alcanza el imaginario colectivo complicando aún más el panorama. «Cuando la gente va al psicólogo espera empezar a remover su pasado, descubrir historias reprimidas y acabar en una catarsis emocional con la que se solucionen todos sus problemas al instante. Y no, la psicología no va de eso», reflexiona Palacino. «Los psicólogos debemos ser objetivos y realistas con nuestros pacientes. Por eso no podemos dejar que cualquier pseudoterapeuta con una bata blanca y diplomas en la pared confunda al usuario haciéndose pasar por un profesional cualificado en temas de salud mental», constata el experto.

«Los profesionales de la psicología basan sus afirmaciones en criterios empíricos, los pseudoterapeutas en cambio empiezan a divagar y a confundir el paciente con discursos vacíos que no aportan nada», recalca Nogueras, reivindicando la importancia de una práctica basada en la evidencia científica. El experto destaca algunas señales de alerta con las que distinguir eventuales pseudopsicologías que puedan confundir a los pacientes: «Si el terapeuta al que vas no sabe decirte en qué modelo trabaja, no marca un objetivo y plazo en el que trabajar y todo su discurso está basado en simbología abstracta, significados ocultos y la influencia del inconsciente... huye y busca un profesional cualificado que de verdad pueda ayudarte».