THtay días en que la realidad no alcanza la cota mínima de verosimilitud que exigiríamos a un buen relato, y sin embargo, por eso mismo, resulta apasionante vivir esta ficción cotidiana. Leer, escuchar o ver las noticias no son solo ejercicios de defensa personal sino también el mejor aliciente creativo. El último ejemplo lo proporciona la publicidad de una marca de telefonía móvil. Todos sabemos que los anuncios están creados para manipular, convencer y seducir, como la propaganda política, solo que con más éxito. Lo que ignorábamos era que al imitar la realidad, al aprovecharse de fenómenos que ni tienen ni quieren tener nada que ver con el consumismo, se exponen a que lo real acabe devorándolos. No se juega con fuego sin quemarse, y la materia humana resulta inflamable. El anuncio representa algo parecido a una asamblea de indignados, en plan sé realista y pide lo imposible: adultos, jóvenes, personas de toda condición levantando la mano para opinar. Al final, la asamblea acuerda algo que la compañía telefónica tiene a bien concederles, que para eso es moderna y está para complacer a los que se levantan contra el poder establecido, así que los mensajes de texto serán gratis, contratando, eso sí, algún que otro servicio. Lo que no podían imaginar es que la realidad, tan caprichosa, iba a dar la vuelta al anuncio. Ahí están los indignados, pero los de verdad, ocupando una oficina de esta compañía para protestar contra el capitalismo y los futuros despidos. A ver qué se les ocurre ahora a los creativos publicitarios y a la empresa. Me da a mí que son expertos en imitar la realidad, pero no en solucionarla.