TDticen que una gota de agua encierra a todo el océano, que usted cabe en una mancha de ADN, que un día cualquiera sirve de resumen de la Historia. De ser verdad, hay días que, tomados así, de uno en uno, son como para colgar del mundo el cartel de urge jefe de dirección . Pienso en el pasado martes. Dos hombres envían a la prensa el resultado de sus experiencias en la Universidad norteamericana. Uno de ellos es el español José María Ordovás , director del Laboratorio de Genómica y Nutrición de la Universidad de Tufs, que informa del hallazgo del gen que protege de la obesidad. Imagine qué alivio para millones de personas; imagine qué de sacrificios hasta desmadejar ese ovillo que son los genes; imagine el orgullo que para España supone el que uno de los nuestros encabece el proyecto. Pues bien, sólo poniendo mucha atención encontrará la noticia en el rincón más perdido del periódico del día siguiente. Sin embargo, del otro tipo ya lo sabrá usted todo. Su hazaña: se subió al tejado de la Universidad de Virginia con un rifle de cazar compañeros, y dio a la caza alcance. Y la prensa, de nuevo, entró al trapo. Fotos, biografías, comentarios, páginas y más páginas. Otro héroe en el panteón de los idiotas que confunden notoriedad con gloria. Antes muerto que sencillo murmurarán estos tipos extraños que andan buscando acomodo en la Historia de la Infamia. Son dos extremos, pero nos definen. Lástima que los medios de comunicación magnifiquen el negativo. Dicen que sólo ofrecen lo que su público demanda. Tienen el mismo concepto que aquel grupo de la Movida que cantaba: "pero qué público más tonto tengo, pandilla fina me ha caído a mí".