¿En qué se parecen Eduardo Punset, Groucho Marx y Woody Allen? En que son unos cachondos. Dicen las investigaciones, bueno lo dicen Punset y los directivos de la chispa de la vida, que Extremadura es uno de los sitios en los que se vive más feliz. Yo eso ya lo sabía, el problema es que, tras conocer la fuente del estudio, el Instituto Coca-Cola para la Felicidad, he empezado a ver todo esto con otros ojos. A mí es que me resulta difícil creer que existan institutos y tipos cuyo trabajo sea medir la felicidad de los demás y que todo se resuma en varias claves: tener entre 26 y 35 años, estar casado o con pareja estable, tener uno o dos hijos y no pasar apuros económicos. Lo primero que se me viene a la cabeza es preguntarme si son felices los que realizan informes sobre la felicidad y si, conociendo los resultados de sus estudios, luego se aplican el cuento. Estudios y tratados sobre la felicidad ha habido muchos, pero me quedo con una definición de Groucho, quien afirmó que se trata de algo compuesto de pequeñas cosas, como un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna- y yo añadiría: una pequeña caja fuerte en la que guardar bajo llave y ocultar el secreto de tu éxito, como hace la Coca-Cola, seguramente por temor a que otros sean felices. Porque en el fondo la felicidad se mide en el volumen de ocupación de los bolsillos, que son los que pueden conseguir que rejuvenezcas hasta los 26, te cases de forma estable todas las veces que quieras, tengas los hijos de dos en dos y no pases apuros económicos. Como decía Woody Allen, el dinero no da la felicidad, pero procura una sensación tan parecida que necesita un especialista muy avanzado para verificar la diferencia. Y si no, que venga el cachondo de Punset y lo compruebe.