La emisión de CO2 y otros gases genera un efecto invernadero que atrapa el calor del sol en la atmósfera y contribuye al aumento de las temperaturas del planeta. Este aumento favorece el derretimiento del hielo almacenado encima de la corteza terrestre: esencialmente en la Antártida, Groenlandia y, en menor medida, en los glaciares. El agua producida por este derretimiento fluye hacia el mar, aumentado su nivel.

Por el contrario, el derretimiento del hielo flotante del casquete ártico no contribuye, porque el hielo es menos denso que el agua: «Cuando se derrite un cubito de hielo que flotaba en un vaso lleno hasta el borde, el vaso no vierte, porque el nivel de la bebida permanece inalterado», explican. El aumento de las temperaturas contribuye al incremento del nivel del mar también de otra manera: al calentar el agua, se produce un crecimiento de su volumen, lo que se traduce en un incremento del nivel de las aguas.