THterodes era un tipo simpático, un adelantado a su tiempo, lo que pasa es que la historia no le ha hecho justicia. Fue el primero que dio con la forma de acabar de golpe con el llanto infantil sin necesidad de rascarse el bolsillo, aunque algo drástica. Mis amigos tienen hijos y siempre que vienen a casa me llenan las alfombras de babas, pipí y otros líquidos sospechosos que ni me atrevo a averiguar qué son.

--¡Por favor que venga Herodes! ¡O cualquier otro monstruo come-niños! ¡Yo les regalo el vino, la guarnición y el postre!

Mientras se me suben a la cabeza, los más pequeños suelen clavarme las uñas en la espalda, pegarme tirones de pelo y tienes encima que reírle las gracias a las visitas.

--¡Mira, qué rico, cómo quiere ya al tío Juanjo!

--Sí, es como su padre de salao el joío ...

Yo sonrío y espero que Herodes, el hombre del saco y sus amigos, desde donde estén, escuchen mi grito de auxilio. Sin embargo, cuando se van los niños, mientras limpio los fluidos de las paredes y recompongo las patas de los sillones, echo de menos a esos pequeños salvajes y los recuerdo con una sonrisa, porque ellos tendrán la oportunidad de mejorar el mundo que nosotros hemos desperdiciado. Recuerdo la jornada de mañana por los monigotes y mi madre contándome que había que poner trampas para ratones en mi cuarto. Ingenuo, me lo creía. Refrán del martes anterior al Día de los Inocentes: Con los pequeños no escatimes cariño, piensa que Jesús antes que Dios quiso ser un niño .