De la muerte accidental a un arrebato pasional que, «presa de la ira», llevó a Ana Julia Quezada a acabar con la vida de Gabriel Cruz en febrero del 2018. Este fue el cambio que introdujo ayer la defensa de la acusada para tratar de eludir en el último momento la pena de prisión permanente revisable que mantienen las acusaciones por un delito de asesinato con premeditación. La defensa insiste en un homicidio imprudente o, si acaso, con una intencionalidad eventual y la atenuante de confesión, lo que no supondría más de 15 años de prisión.

En su turno de última palabra, y consciente de que es la mujer más odiada, Quezada trató de apuntalar esa versión: «Pido perdón a toda España por todo lo que he hecho, solo espero que Dios me perdone». Su defensa tiene la papeleta de evitar la mayor condena por unos hechos que ya ha confesado, y a ello se aferró aprovechando la discrepancia entre las acusaciones para introducir al jurado dudas razonables sobre ese ensañamiento y la premeditación, elementos difíciles de probar con datos objetivos en este caso. O se cree la autopsia de los forenses o se cree el informe de la familia hecho por internistas sin ver el cuerpo.

La primera habla de una asfixia mecánica al emplear la acusada una fuerza desproporcionada tapando la boca del menor con ambas manos durante no menos de 10 minutos, y mientras le apoyaba contra el suelo o la pared. Un relato lo suficientemente duro para que la fiscala subrayara la «crueldad y frialdad» de la acusada. La segunda prueba mantiene que hubo golpes previos, un impás en el que la acusada se puso a fumar y a pintar la finca de Rodalquilar, y por último la asfixia al ver que el niño seguía consciente. «Una sociópata de libro a la que hay que mantener alejada de la sociedad para que no vuelva a matar», dijo el abogado de la familia. La otra parte de la condena radica en la posibilidad de probar si hubo intención de hacer daño expreso a la familia durante los días que duró la búsqueda. Las acusaciones recordaron cómo dirigió la investigación hacia su expareja, y que la confesión solo se produjo tras ser detenida.