Ana Julia Quezada, acusada por la muerte de Gabriel Cruz, se ha declarado esta mañana inocente ante el tribunal y ha subrayado que mantenía una buena relación con el pequeño, al que conoció en septiembre del 2017 cuando inició un romance con su padre, Ángel Cruz. Afligida y sin cesar de llorar, ha señalado que no responderá a las preguntas de la acusación particular que ejerce la familia de Gabriel "por respeto a ellos".

Quezada llegó poco antes de las 9 de la mañana a la Audiencia provincial de Almería. Vestida con una camisa blanca y una chaqueta azul marino, mostraba una imagen muy similar a la del primer día, y que llamó la atención por la cuidada estética, muy alejada de cómo se mostró durante el mes de marzo del 2018. Durante esa primera sesión del juicio, que se prolongará hasta la próxima semana, la acusada de haber matado al pequeño de 8 años tuvo que afrontar el duro relato que la acusación particular que ejerce la familia de Gabriel realizó ante el jurado popular. El letrado presentó a Quezada como una mujer "rematadamente mala" que mató al niño porque le "estorbaba" en su relación.

PREMEDITACIÓN Y ENSAÑAMIENTO

El abogado puso el acento además en que no solo hubo premeditación, sino también ensañamiento, a fin de apuntalar su petición de prisión permanente revisable. Así, aseguró que según constata la prueba forense encargada a dos funcionarios del Estado, Quezada dejó al pequeño agonizando entre 45 y 90 minutos. "Le apalea, le golpea, le ve agonizando, y lo asfixia", desgranó ante el jurado de forma dramática, acompañando cada verbo de gestos para causar mayor impresión en el jurado. "La tesis de que el niño se ha muerto resulta inaceptable", sentenció, "estuvo cerca de una hora con posibilidad de salvarse, y alguien no rematadamente malo como la acusada hubiera llamado a los servicios de emergencias".

En su primera sesión de la vista oral, la acusación cuestionó también el supuesto arrepentimiento mostrado por Quezada. "¿Quién se pone a pintar una puerta después de matar a alguien?, ¿qué arrepentimiento cabe si dijo, ‘os voy a dar ‘pescaíto’ por mis cojones’".

"CALLAR AL NIÑO"

Frente a esa versión despiadada que montó la acusación, la defensa de Quezada mantuvo la tesis de que la acusada "no quería matar, sino acallar" al niño, y que se le "acabó yendo de las manos". El letrado recordó que, más allá de la opinión que pueda tener cada miembro del jurado, deberán ajustarse a las pruebas, y éstas no confirman la premeditación de su actuación. "Su conducta no fue la más afortunada, sí, es pero muy común, ya que el ser humano cuando hace el mal por desgracia y por naturaleza tiende a ocultarlo", apuntó, haciendo hincapié en que "justicia no es venganza".