Siete mujeres y dos hombres son los encargados de pronunciarse, durante las próximas dos semanas, sobre si Ana Julia Quezada tuvo intención o no de matar a Gabriel Cruz, como se ha esforzado en desmontar su defensa. Llorosa y compungida, la acusada de matar al pequeño de ocho años en febrero de 2018 ha sido presentada como una persona “rematadamente mala” que trató de quitarse de en medio a un menor que interrumpía su relación con el padre del niño. La acusación además hizo hincapié en el tiempo transcurrido desde que asfixió al pequeño hasta que éste fallece, un lapso de entre 45 y 90 minutos en los que, tras «recibir una manta de palos, el menor estuvo agonizando» y durante el que la atención médica hubiera sido fundamental para salvarle la vida. La acusación que ejerce la familia presentan este hecho como ejemplo de esa intencionalidad. La defensa, sin embargo, se mostró contundente: «Se habla de plan preconcebido, pero las pruebas no lo demuestran», insistiendo en que «nos consta que la acusada lo lamenta profundamente».

Quezada es la primera mujer en nuestro país que se enfrenta a la pena de prisión permanente revisable. El fiscal reclama esa pena por un delito de asesinato con alevosía y dos delitos más de lesiones psíquicas a los padres, ya que durante diez días estuvo acompañándolos en la búsqueda del pequeño de forma activa y llorando su desaparición. La acusación que ejerce la familia le acusa además de haberse ensañado con el menor. Los miembros del jurado deberán reunir al menos siete votos a favor de declararla culpable, mientras que si se inclina por su inocencia, sólo harán falta cinco.

Poco antes de 9 de la mañana llegaba Quezada a la Audiencia Provincial de Almería, con rostro serio y un aspecto muy alejado del que presentó durante los días de búsqueda. No dejó de sollozar durante toda la vista, especialmente cuando las partes desgranaron los momentos más escabrosos de la muerte de Gabriel Cruz. En algunos momentos de la intervención de la acusación incluso negó con la cabeza y comentó con su letrada. La Fiscalía no dudó además en advertir a los miembros del jurado sobre la dureza del material que tendrán que evaluar

«La tesis de que el niño se ha muerto resulta inaceptable», sentenció el letrado de la acusación particular, «estuvo cerca de una hora con posibilidad de salvarse, y alguien no rematadamente malo como la acusada hubiera llamado a los servicios de emergencias». «No cabe tanta maldad», resaltó, adelantando ese siniestro escenario al jurado. Francisco Torres atribuyó incluso esa premeditación a un móvil concreto: Quezada quería eliminar un elemento que le disputaba la atención de su pareja, Angel Cruz, pero también económico, en alusión a comentarios sobre propiedades de la familia que «ella ya repartió».

En esa intencionalidad, articulará su estrategia, por más que la defensa de Quezada insista en que en ningún momento quiso matar a Gabriel, sino «solo acallarle», y que todo se le acabó yendo de las manos. «Si hubiera intencionalidad, qué chapuza haberlo hecho en la casa familiar, o haberse quedado allí con toda la expectación mediática», resaltó el letrado. Esteban Hernández Thiel subrayó además que tras precipitarse la detención de Quezada, ésta se mostró en todo momento colaborativa relatando lo ocurrido e incluso llevando a los agentes al contenedor donde días después arrojó la ropa que le quitó al menor. En su opinión, la autopsia realizada será fundamental para corroborar la versión accidental de lo sucedido, «porque ese relato de hechos es compatible con las lesiones que presentaba el menor». El juicio se prolongará ocho sesiones. Tras la declaración de Quezada, la segunda sesión se reserva para el testimonio de la familia de Gabriel,