Qué hubiera pasado si a las 20.39.06 horas del miércoles 24 de julio, el interventor Antonio Martín Marugán no hubiera sacado el móvil corporativo del bolsillo de su pantalón y hubiera marcado el número del maquinista... Qué hubiera pasado si, mientras conducía a 199 kilómetros por hora, el maquinista Francisco José Garzón no hubiera descolgado esa llamada... Dos minutos después de iniciarse la conversación, el tren Alvia descarriló. Once segundos después de terminar la llamada, a 400 metros del inicio de la curva de A Grandeira, el tren se rompió. Murieron 79 personas.

Las dos preguntas, confeccionadas a partir de los últimos datos que han revelado las cajas negras del tren Alvia de Santiago, se las plantean desde que se desveló la existencia de la llamada los familiares de los muertes, los supervivientes y los investigadores. Pero, ¿tiene respuesta? El magistrado Luis Aláiz, un profesional con fama de riguroso y titular del juzgado de violencia doméstica de Santiago, deberá determinar, si es que es posible hacerlo, qué le pudo ocurrir a ese veterano maquinista de 52 años para despistarse y no frenar. Y si en ese despiste fue determinante la llamada.

CONVERSACION HABITUAL Por el momento, el magistrado entiende que la llamada telefónica fue "inoportuna" porque se produjo en el "peor" momento, a la entrada de la curva más peligrosa del trayecto entre Madrid y Santiago. Pero, no ve responsabilidad penal en el acto de telefonear. En otras palabras, el juez Aláez no descarta la hipótesis que esa llamada fuera la que despistó al maquinista, pero entiende que el revisor no pudo preveer que el conductor se despistaría. Porque el revisor, al telefonear para una consulta relacionada con el servicio hacía algo permitido en su trabajo. Y se da por hecho que no ha de provocar que el maquinista deje de hacer su función que consiste en conducir el tren con la misma pericia con la que lo manejó las otras 60 ocasiones que transitó por esa misma curva.

Tanto el interventor como el conductor ya han explicado al juez el contenido de la llamada. El revisor preguntó al conductor si podía parar por una vía concreta de la estación de Pontedeume para facilitar la bajada de un matrimonio con dos niños. Treinta y siete segundos después de recibir la llamada, se escucha un aviso acústico de "señal avanzada E''7-Vía libre". Los responsables explicaron esta semana que esa señal indicaba que la bifurcación de A Grandeira estaba próxima, por tanto el tren se aproximaba a Santiago y a un punto en el que la velocidad máxima permitida era de 80 kilómetros por hora.

POLICIA CIENTIFICA Un minuto después de ese aviso, al que Garzón no hace caso, a las 20.40.55 horas, el maquinista sigue hablando por teléfono con Marugán. En el informe de la Comisaría General de la Policía Ciéntifica, los investigadores anotan como se oye en ese momento el "último sonido de voz exclamativo del maquinista". La grabación de la caja negra es mucho más explícita, y lo que se escucha es el angustioso "¡Ayyyyyyyyyyyyyyyyyyyy!" que Garzón gritó cuando fue consciente de que entraba en la curva y que no tendría tiempo de frenar.

En ese instante su velocidad todavía es de 195 kilómetros por hora. Un segundo después recibe un nuevo aviso acústico al pasar por la baliza de la señal que indica que la bifurcación de A Grandeira está próxima. En ese momento, la cabeza del tren se encuentra a 500 metros del lugar del accidente, en el punto kilométrico 83,876. Cuatro segundos después del grito del maquinista, este activa el freno de emergencia. Circula a 195 kilómetros por hora y está a menos de 300 metros del accidente. Tres segundos después vuelve a escuchar el aviso acústico de la baliza que indica que se acerca a la curva. Tras el primer frenazo, a las 20.41.06 horas, con el tren a 179 kilómetros por hora, descarrila. Cuatro segundos después, Garzón hace uso del freno de emergencia.