TNto entiendo de toros, pero me puede su mundo. En una ocasión fui a entrevistar a Manuel Fraga a su chalé de Perbes y tuve que hacer antesala con el crítico taurino de El País, Joaquín Vidal, que tenía vez para entrevistar al político gallego después de mí. En aquel rato de espera aprendí de Vidal que uno no puede ser amigo de aquellos de quienes escribe, en su caso, de los toreros, porque acaba escribiendo de la persona, no de sus obras. No volví a ver a Joaquín Vidal, aunque nunca he dejado de leerlo ni de admirar su independencia. A su muerte me compré sus Crónicas taurinas , que tengo siempre a mano y releo cuando empieza la temporada.

Como no escribo de toros, no huyo del roce con los toreros. La verdad es que no conocía a ninguno y los pocos entresijos que aprendo de la tauromaquia se los debo a algún amigo como Pantaleón, que en su bar de Arroyo, en la carretera, junto al Pontones, me ilustra mientras me bebo el café de media mañana. Pero la otra noche conocí al torero portugués Víctor Mendes en una exposición de fotografías de Francis Villegas y Enrique Higuero y percibí de cerca su aureola. Me habló de su familia, de su finca y de sus tres negocios. Sopesó la influencia del temperamento en toreros como Antonio Ferrera. Después, se fue, creo que a torear unos festivales en Bogotá y en Lima. Joaquín Vidal escribió que Mendes era un torero pundonoroso y reiterativo. A mí me pareció un tipo amable y juicioso con 19 cornadas en el cuerpo y nostalgia de albero en el alma.

*Periodista