Adiós de verdad. En su encuentro de ayer con el clero de Roma, Benedicto XVI dejó claro que a partir del día 28, una vez se haya hecho efectiva su renuncia, estará "oculto para el mundo", despejando así dudas sobre su papel tras la elección de un nuevo papa. Una veterana fuente vaticana se mostraba convencida ayer de que "en ningún caso se meterá donde no le llaman. Su sucesor le escuchará, y probablemente buscará y hallará en él un buen consejero. Pero, conociéndole, será con la más absoluta discreción".

En estos días de un tan extremadamente atípico final de papado, cada gesto y cada palabra del Pontífice se escrutan con avidez en busca de claves para descifrar el excepcional momento que atraviesa la Iglesia católica y las incertidumbres de su futuro. Hay que suponer que no da puntada sin hilo; al menos eso pareció el miércoles, cuando alertó de los "golpes contra la unidad de la Iglesia" que "desfiguran" su rostro. Ante los sacerdotes romanos, se centró en la interpretación del Concilio Vaticano II (1962-65), en su cincuentenario. Así estaba previsto, y es sabido que a este tema le ha dedicado mucha atención. Pero ¿solo hablaba de eso?.

MIRADA "POLITICA" En todo caso, sobre el concilio el Papa vino a decir que sí pero no. Lo reivindicó vigorosamente, pero denostó su "banalización", causante de "calamidades" para la Iglesia y de la que responsabilizó a la mirada "política" y "desde fuera de la fe" de la prensa. Por ello reclamó una "lectura del espíritu" del Vaticano II.

Socarrón, el Pontífice dijo que ya no se sentía "con fuerzas para escribir un gran discurso", para acto seguido improvisar sin papel alguno y sin perder nunca el hilo más de 40 minutos de densa disertación. Evocó el Vaticano II como un momento en que "todo el mundo creía que debía haber una renovación" y había "una esperanza increíble", que llevó a proclamar que "la Iglesia somos nosotros, todos juntos, no una estructura. Los cristianos son el cuerpo de la Iglesia". Pero advirtió de que "el mundo ha percibido el concilio de los medios de comunicación, no el de la fe".

Para el Papa, los medios proyectaron una mirada "centrada en la política" sobre debates conciliares como el del gobierno colegiado de la Iglesia. Ese fue "exagerado, quizá amargo", pero "no fue una lucha por el poder entre facciones", como a su juicio se ha presentado, "sino una búsqueda de plenitud en el cuerpo de la Iglesia", con la afirmación de que los obispos son "su columna vertebral". En todo caso, pocos avances ha habido en ese sentido en medio siglo. Tampoco bajo su pontificado.