TEtl Real Madrid ha constatado por enésima vez que el dinero no da la felicidad, sobre todo cuando ese dinero no se emplea bien. De nada ha servido tirar la casa por la ventana para traer al Bernabeu a un portugués deslenguado y a otro que dice ser envidiablemente guapo. Ya que Florentino lleva años construyendo un equipo a base de fundir la billetera, lo menos que podría haber hecho es fichar a Guardiola y a toda la plantilla de Barça y enviar a Casillas, Khedira, Pepe, Kaká y demás a servir copas en un chiringuito de Ibiza. Las cosas se hacen bien o no se hacen.

El Barça empata dos partidos seguidos y le llamamos crisis, el Madrid pierde con el Levante y le llamamos "lo de siempre". Al finalizar la pasada temporada, Mourinho hizo examen de conciencia y afirmó que estaba muy contento. Yo también lo estaría con su sueldo... Quien no está contenta es la afición, que tiene por entrenador a un Napoleón ibérico que hace una y otra vez el ridículo en una liga que ya se ha convertido para el madridismo en la batalla de Waterloo.

Hace poco escuché a Florentino decir en una entrevista radiofónica --justificando así tanto dispendio-- que su club está obligado a comprar lo mejor porque vende ilusión. En realidad lleva años vendiendo frustración (¡y a qué precio!), y cuanto más gasta en fichajes, mayor acaba siendo esa frustración. El aficionado madridista está haciendo un esfuerzo económico en estos tiempos de crisis para disfrutar el drama perpetuo de perder siempre con el rival grande y a veces con el rival pequeño. La única forma de sublimar tanto desencanto, ay, es echarle la culpa al árbitro de turno.