En Francia no son muy monárquicos, pero sí son muy franceses. Desde hace unas semanas, la revista Point de Vue, donde se repasa la vida y milagros de las familias reales europeas, está publicando cartas y cartas de personas ofendidas por la ausencia de realeza en la boda del príncipe Manuel Filiberto de Saboya con la actriz francesa Clotilde Coreau, que tuvo lugar en Roma el pasado mes de septiembre.

La verdad es que los representantes de la familia real italiana no son precisamente un ejemplo, pero tampoco lo son otros reyes en el exilio --Constantino de Grecia, por ejemplo-- y sus parientes reales no boicotearon la boda de sus hijos. Los franceses se preguntan si la realeza boicoteó la boda porque Clotilde estaba embarazada. Consideran que fue peor tratada que Mette-Marit de Noruega, cuyo pasado es mucho más turbio que el de la actriz francesa, ya que no sólo tuvo un hijo antes de casarse, sino que encima lo tuvo con otro.

Y qué decir de Mabel Wise, la prometida del príncipe Juan Friso de Holanda, quien tonteó con un narcotraficante.

Víctor Manuel de Saboya y su esposa, Marina Doria, han sido habituales invitados en las bodas reales, incluidas las de las dos infantas españolas, lo que hace aún más incomprensible que sus parientes no acudieran a la boda de su hijo Manuel Filiberto.

El pretendiente italiano es, además, primo hermano de Alberto de Bélgica, Simeón de Bulgaria y de la gran duquesa de Luxemburgo. Casi todas las familias reales o plebeyas, reinantes o en paro, tienen algo que ocultar, así que tampoco es para ponerse tan dignos despreciando a los Saboya.