Carlota, la niña de 12 años que nació con una amputación congénita del brazo izquierdo, a la que la pasada semana se le implantó una mano electrónica, la ya famosa I-Limb, nos dice, mientras abre su bote de refresco o sueña con ponerse anillos como las demás niñas porque ya tiene dedos, que el futuro está aquí, que la ciencia ficción no es un género novelístico, sino una realidad. Han pasado 190 años desde que Mary Shelley publicase Frankenstein o el moderno Prometeo, y su relato no ha perdido fuerza literaria. Su héroe, aunque parezca un monstruo elaborado en el laboratorio con pedazos de varios cadáveres, cada día se antoja más posible. Brian W. Aldiss, autor del relato en que se basó Steven Spielberg para Inteligencia artificial, es uno de los novelistas imprescindibles en el género de la ciencia ficción. Excelentes son sus Frankenstein desencadenado (Minotauro) o su serie sobre Heliconia (Minotauro). De la variedad genética y el cuerpo humano (Anagrama), que analiza a lo largo de la historia todos esos casos, algunos famosos, de cuerpos transformados por no se sabe qué leyes de la naturaleza, que daban sentido a la teratología, pero que hoy explica la genética. El lector puede dar el paso de la ficción a la realidad sin ningún miedo de la mano de Eduardo Punset. Acaba de publicar El templo de la ciencia. Los científicos y sus creencias (Destino). El profesor británico Robert Matthews, en 25 grandes ideas. La ciencia que está cambiando nuestro mundo (Espasa), se acerca a las materias clave que conforman el mundo científico y tecnológico de hoy.