TEtl exmarido de la Princesa Letizia rompe su silencio. Este es el titular que usó una cadena de televisión para atrapar audiencia el pasado domingo. Más de uno pegaría la nariz a la pantalla a la espera de que el exmarido se convirtiera en exprudente y contara qué sé yo de truculencias. Pero naranjas de la china. Lo que vimos fue a unos periodistas sin decoro que aprovecharon que Alonso Guerrero acababa de presentar su última novela para lanzarle mil preguntas impertinentes sobre su exmujer. En ningún instante entró al trapo. A cada envite respondía: yo sólo hablo de mi entorno. Una frase como una trinchera, una paráfrasis de aquel "yo he venido aquí a hablar de mi libro", de Umbral , pero sin güisqui y a lo fino. Eso es lo que percibió cualquiera que tuviera ojos para ver y oídos para oír. Cualquiera, menos los de la tele. Ellos vieron otra realidad, una realidad alucinante que les da pie a ese titular descabellado, con la pretensión, digo yo, de dejar a un hombre decente a la altura del ex de Rociíto y sacarse unos cuartos con el montaje. Triste manera de ganarse la vida, chafando la vida ajena. Cómo no entender que al interesado se le encienda la sangre. Que llegue el día en que le pongan una alcachofa delante y escupa un "váyase usted a la mierda", al estilo Fernán Gómez . Solo que ése será un gran día para la televisión. Repetirán mil veces ese instante de ira, pasarán por encima del talento, del esfuerzo, de la obra, hasta que la frase y el hombre sean una misma cosa, una caricatura de hombre pintada en dos burdos trazos. Es la realidad que fabrica determinado tipo de periodismo, pero que mucha gente come a diario como único plato.