A Zafra se entra por el arco de Jerez. Lo demás es merodearla. La puerta de Jerez es la única en pie de cuantas tuvo la muralla; aquella que allá por 1426 comenzó a levantar el primer señor de Feria. Bajo el tan celebrado arco está la capilla del Cristo de la Humildad y de la Paciencia; no es raro encontrarla abierta a los devotos. El rincón tiene un especial encanto. Casi todo por allí tiene su encanto. La callejita del Clavel, ¡tan minúscula!, la misma calle de Jerez, donde los balcones revientan en geranios bellísimos, o la plazuela de Ruy López, otro blanco remanso de paz. Ruy López, sacerdote segedano, confesor de Felipe II y que ha pasado a la historia por ser autor de un soberbio tratado de ajedrez, amén de por ser el primer campeón de tal juego del que se tiene noticia. Un poco más allá, la plaza Chica,… la cruz, los soportales, el otrora ayuntamiento, la famosísima vara de medir en el arquillo de la Esperanza y la calle Boticas que en ella muere. Y en la calle Boticas, La Rebotica. Junto a la sorprendente casa del Ajimez (no dejen de visitarla), un buen restaurante.

La Rebotica es uno de esos restaurantes que no puede faltar en cualquier guía de viajes por Extremadura. De hecho, es un restaurante de referencia para los viajeros que hacen alto en Zafra. Muy al gusto de gente refinada que nos visita. Un comedor recientemente remozado, unas pocas mesas bien vestidas, un servicio acorde con la categoría del establecimiento, una carta corta pero suficiente, una bodega interesante y unos precios contenidos. Quizá no destelle por nada en particular, pero tampoco falla en nada. Un local que dista por igual de las mesas groseras que tanto abundan como de los melindres tan ajenos a nuestra tradición. No es lugar dado a extrañas preparaciones, ni a aventuras culinarias. Se cocina al gusto de siempre, de hecho, no faltan tampoco los buenos guisos de cuchara. Desde un primer momento te encuentras a gusto. La clientela, al menos en mi visita, resultó gente educada que hicieron del almuerzo una hora placentera. La calma y las buenas maneras suelen ser excelentes compañeras del mejor yantar.

De aperitivo me sirvieron salmorejo con queso. Dudé a la hora de escoger el primero; de un lado tiraban con fuerza los judiones con perdiz y boletus y de otro las láminas de foie de pato aderezado con vinagre de cerezas. No me disgustó el foie. Seguí dudando en el segundo; o codillo ibérico cocido en vino tinto o cocochas de merluza al pil pil. Escogí las cocochas y se dejaron comer con gusto; quizá el pil pil no fuera el mejor que haya comido, pero no estaba tampoco mal resuelto. En esto del pil pil he de decir que en Extremadura no recuerdo ninguno a la altura de los sacrosantos pil piles del septentrión. Llegados los postres, y para poner fin a tanta duda, opté por pedir una muestra de cada. Y llegaron los fuegos de artificio. Siete postres, todos caseros, todos deliciosos; a saber, tocino de cielo, serradura, helado de higo, espuma de chocolate y algún otro del que no recuerdo salvo la felicidad que en mí despertó.

Una referencia al vino. Coloma Merlot del 2016 de las bodegas del mismo nombre. Un vino de buena nota para redondear una buena comida. Seis meses de barrica para un tinto intenso a la par que elegante. Equilibrado y, a la vez, sabroso. Una estupenda elección.

Así que ya saben, si van a Zafra, procuren entrar por el arco de Jerez, rezarle al Cristo de la Humildad, tapear en la plaza Chica y comer, bajo la paz de Dios, en La Rebotica. Nihil novum sub sole…