Son muchas las palabras que te dedicaría, sin embargo, nunca serán suficientes para describir el gran corazón que tenías. Y es que, mientras el resto de los mortales se impacientaban con la llegada de la Navidad, un fatídico 20 de diciembre nos dejabas y, con ello, una pérdida irremplazable que llenó de tristeza el corazón de una familia que se unía ante las adversidades. Naciste en el seno de una familia humilde, pronto te quitaron de los estudios para que, a través de la costura, llevases unas pocas "perrinas" a la economía. Sin embargo, tú has sido la mayor de las profesoras por educar a tus hijos y a tus nietos bajo las únicas disciplinas de amor y respeto.

Tuviste que hacerte mayor muy rápido, educar al primero de tus hijos cuando aún podrías haber estado jugando con muñecas de trapo. Pero, como siempre, convertiste a la superación en tu mejor apuesta, tu única meta. Con la llegada de Juan Antonio, pronto vino Pepe. Más tarde llegaba Maribel, la niña de tus ojos, y con esto, regalaste el mejor de los regalos: la vida. Unos años más tarde, tus tres hijos te dieron siete nietos y dos biznietos, a los que tu misma te referías a ellos como "lo más importante" en tu vida. A los que siempre deleitaste con tus exquisitas manos para la cocina, tranquila, practicaré con tus recetas para conseguir que algo se parezcan.

Junto al Cata, mi abuelo, nos demostraste que con tesón, ganas y sin perder la ilusión se puede llegar a cumplir un sesenta aniversario de boda. Junto a él, creaste la familia de la que yo formo parte y, también junto a él, me regalasteis la mejor infancia ya que, sin pedir nada a cambio, supiste ser mi otra mamá, la que todas las mañanas me recibía con una sonrisa en la casa de la calle Bellavista, la misma que me vio crecer.

Porque una abuela como tú debería ser inmortal, una persona como tú se merece todo y más, porque alguien como tú se merecía solo sonreír sin que la salud flojease. La vida jugó contigo su peor carta pero, tranquila, dejaste un legado de personas que no hay noche que se acuesten sin dar gracias por haberte tenido 82 años. Gracias Isabel Corchado Floriano, nunca dejaremos de echarte de menos. Para mí, siempre serás mi guía.

* La autora de la carta es Sandra Iglesias Catalán