Un golpe. Cuanto sucedió en el cónclave que eligió Papa a Jorge Mario Bergoglio, que gobernará la Iglesia con el nombre de Francisco, sería, en lenguaje militar, un pronunciamiento. Santo tal vez, pero golpe al fin y al cabo, aunque en lenguaje eclesiástico se llama convergencia y consenso. Los electores alemanes y estadounidenses, junto con muchos latinoamericanos y algunos del Tercer Mundo se habrían arracimado en torno a Bergoglio a partir de la tercera votación. Frente a una oposición (el bloque inmovilista) dividida y desorientada por los recientes y prolongados escándalos, que no consiguió coagularse alrededor de uno de sus papables.

No existen, por ahora, informaciones directas sobre lo sucedido en las 25 horas y media de encierro en la capilla Sixtina. Sin embargo, varios indicios permiten deducir que a partir del tercer escrutinio más de 77 electores empezaron a decidir pasar página de corruptelas, el caso Vatileaks, líos en el banco del Papa e informes secretos sobre lobis varios en la curia, para dar un giro en apariencia total.

"QUE DIOS OS PERDONE" Federico Lombardi, portavoz vaticano, explicó que el papa Francisco dijo a los cardenales durante la cena posterior al cónclave: "Que Dios os perdone por lo que habéis hecho", en referencia a su elección. El Papa tampoco se quedó corto en su primer y escueto sermón. "Hay que caminar, edificar y dar testimonio", dijo ayer en su primera misa como Papa, en la capilla Sixtina, ante los 114 cardenales que el miércoles le eligieron.

"Si no se camina de manera irreprensible, las cosas no avanzan", dijo al explicar los tres verbos usados. Añadió que si "se construye sobre la arena sucede como a los castillos de los niños en la playa" y que "si no se proclama a Cristo" la Iglesia se transformará en "una oenegé piadosa". "Desearía que todos tuvierais el coraje de caminar, edificar y proclamar la única gloria de Cristo crucificado", recalcó con voz suave pero firme. "Si queremos seguir a Cristo sin llevar la cruz, no seremos sus discípulos sino mundanos, tal vez sacerdotes, obispos y cardenales, pero no discípulos del Señor", dijo. De haber existido, cuando terminó de hablar se habría oído durante largos segundos el vuelo de una mosca.

Francisco no es ni será un Simón Bolívar para los 1.200 millones de católicos, pero con toda probabilidad sí un sorprendente Juan XXIII para la época actual. Ortodoxo e inflexible en la doctrina, revolucionario en lo social y firme la distinción entre pecados y pecadores. "Tiene una visión moderna de la Iglesia y de los problemas del mundo", explica Sergio Rubin, autor de El jesuita (Ediciones B), según el que Francisco será "un Papa bueno, pero determinado". "El papa Francisco es un salto hacia el futuro", añade el vaticanólogo Marco Politi. "Hemos colocado una piedra miliar para la Iglesia, que queda en buenas manos", evaluó el cardenal Timothy Dolan, de Nueva York, en una rueda de prensa improvisada tras el cónclave.

PATROCINADORES Según algunos electores, sobre todo norteamericanos, en las votaciones no habría habido "un cambio de mayoría entre reformistas y contrarios, sino una superación de la dialéctica inicial y un ingreso en una fase nueva que rompiera los viejos moldes". La división de los electores italianos, que habían apuntado a una recuperación del papado tras 35 años de papas forasteros, habría propiciado una rápida convergencia hacia el candidato argentino. Inicialmente promocionado por el alemán Kasper, el parisino Vingt-Trois y el mismo Dolan, seguidos después por los grandes electores ratzingerianos, como el vienés Schönborn y el canadiense Ouellet.

Ratzinger siguió por la tele el anuncio de la elección y las primeras palabras del Papa y, según fuentes de la villa de Castelgandolfo, habría dicho: "Que Dios le bendiga, esté cerca suyo y le dé la fuerza necesaria para guiar la barca de Pedro". Ayer mismo Francisco tomó posesión del apartamento papal, aunque por ahora seguirá viviendo en la residencia de Santa Marta. La escena de un papa negro (como se conoce de forma popular al superior de los jesuitas) en los aposentos del Papa evoca la película La misión (1986), con un final seguramente distinto.