Cuando uno ha visto a José María Aznar marcar músculos hasta ahora desconocidos a bordo del yate de Matutes cree que no le queda nada por descubrir en materia de humillación. Toda excusa para faltar al gimnasio resulta descabellada cuando el hombre que estuvo a la vanguardia del mundo encuentra tiempo para cultivar su cuerpo mano a mano con un entrenador personal. Si el marido de la concejala Ana Botella tiene el cuerpo de un hombre 15 años más joven (siempre según el testimonio del preparador físico que tiene en nómina) es que vale la pena vencer la pereza y abrazar el fitness .

Sin embargo, después de desayunar cada mañana con un centenar de regatistas hambrientos, musculados y tostados por el sol, se aprende que por más que luchemos contra los elementos, la lotería genética se encarga de poner a cada uno en su lugar. A ellos (Aznar y los regatistas) les tocó el gordo del ADN, mientras los demás deben conformarse con alguna aproximación.

Menos mal que ayer Regápolis quedó desierta de especímenes con el contorno de los ojos blanco nuclear y el rostro ultrabronceado. Era día de descanso. Así que el salón del desayuno se llenó de la fauna habitual que visita Mallorca en verano: familias, turistas y cronistas sin rumbo. Siempre queda la posibilidad de ir al Club de Mar a la caza de yates de famosas como Tita Cervera, que llegó el martes en el Mata Mua, una chuchería que vale cuatro millones de euros.

Puestos a seguir las corrientes actuales en periodismo de investigación, buscamos el testimonio de Syliane de Vilallonga (en la foto), que vive y trabaja en el puerto de Andratx, y conoció hace años a la baronesa viuda Thyssen. La exmujer del escritor José Luis de Vilallonga regenta un bar y una tienda de decoración en la localidad mallorquina y prepara su boda para el próximo día 17 con el abogado y pintor Jorge Bascones. "No sé cómo Tita aguantó al barón. José Luis y yo pasamos unas vacaciones en su barco pero tuvimos que volver a casa antes de tiempo. El bebía mucho y era insoportable", lanza Syliane.

Según ella, que dice haber sido testigo de las peores tardes del barón Thyssen, no hay nada como la libertad. Por eso se separó de su primer marido. "Cuando ya te has echado todas las joyas encima, ¿qué te queda? Pero Tita quería más: respeto, un nombre. Y lo ha conseguido".

El foco informativo de la isla (la familia real) también descansó ayer de regatas. Con Juan Carlos a punto de viajar, hoy, a Arabia Saudí para asistir a los funerales del rey Fahd, la Reina, la infanta Cristina y la princesa Irene de Grecia salieron por la mañana de compras por la zona de Jaume III. Su presencia congregó a la tropa de fotógrafos interesados en una imagen de cotidianidad.

Pero ayer, la Reina pidió que le den un respiro. Sofía requirió con un gesto al fotógrafo Bernardo Paz que se acercara a su coche. Bajó la ventanilla y, con mucha cortesía, dijo al alucinado reportero: "Mire, llevamos varios días saliendo de compras y vamos a venir más veces. Nos gustaría hacerlo tranquilas". Enseguida, los reporteros se dispersaron. Y es que en esta vida todo es cuestión de hablarlo.