Se llamaban Jawed, Husain, Rani, Faruk o Zayad. Nadie se molestó en preguntarlo. En algún punto entre Joy, en territorio iraní, y la frontera turca de Kapiköy, un camionero dedicado a estas lides se ofreció a llevarlos escondidos en su tráiler hasta cruzar la frontera de Grecia, o sea, de la Unión Europea. El trayecto costaba 3.000 dólares (unos 2.000 euros) y 138 personas aceptaron la oferta.

Eran en su mayoría jóvenes de Pakistán, aunque había algún birmano y unos pocos eritreos. El camionero cerró las puertas del contenedor y se puso en marcha con la intención de recorrer Turquía lo antes posible y sin llamar la atención. 2.000 kilómetros sin más paradas que las básicas para los conductores. Es decir, 24 horas sin agua ni comida para unos emigrantes encerrados en una asfixiante caja de hierro.

Muerte en el remolque Cuando atravesaban Estambul, en la madrugada del 30 de julio, algunos de los sin papeles se desmayaron por la falta de aire y sus compañeros comenzaron a golpear las paredes del contenedor y a gritar para que el conductor detuviese el camión. El hombre buscó una desolada área de las afueras para aparcar y, al abrir las puertas, encontró a 13 de los ocupantes muertos. Presa del pánico, ordenó a los demás que bajasen, arrojó a los fallecidos a un descampado y huyó. Por la mañana, la policía halló los 13 cadáveres, las penúltimas víctimas del sueño de llegar a Europa atravesando Turquía.

Desde hace tres años, el número de inmigrantes que utilizan este país como zona de tránsito hacia la Unión Europea se ha disparado. Solo en el 2006, la policía turca atrapó a 51.983 inmigrantes.

No es un fenómeno nuevo: a finales de los 80 y principios de los 90, Turquía cambió su naturaleza de emisor de emigrantes a receptor, especialmente de aquellos que venían de Ucrania, Rusia y el Cáucaso, y se estableció como el paso principal de las rutas migratorias dirigidas a la Unión Europea. Según Ahmet Içduygu, director del Programa de Investigación sobre las Migraciones de la Universidad Koç de Estambul (MIREKOÇ), desde 1990, aproximadamente un millón de personas han atravesado o intentado atravesar Turquía para entrar en Europa.

El incremento migratorio se notó sobre todo a partir del 2005. Además de los procedentes del Cáucaso y de Asia, los datos de MIREKOÇ indican que en los últimos años se ha producido "un ligero aumento de los inmigrantes de origen norteafricano" --marroquís, argelinos y tunecinos-- que han de dar ese rodeo ante la presión policial que existe en el estrecho de Gibraltar. El profesor Içduygu señala que las razones del aumento de inmigrantes son, por un lado, "el deterioro de la situación en Irak y el empeoramiento de la economía en Pakistán y otros países asiáticos" y, por el otro, el "relajamiento de las medidas de seguridad de Turquía".

La ruta que siguen los sin papeles para cruzar Turquía es siempre la misma: la entrada se realiza a través de la frontera turco-iraní; luego, cruzan el país escondidos en remolques de camiones. La salida se realiza de dos formas. La primera es por las fronteras terrestres con Grecia o Bulgaria (ambos miembros de la Unión Europea), bien a pie por la noche o escondido en un medio de transporte. La segunda opción es navegar, en pequeñas embarcaciones, desde la costa del Egeo a las islas griegas, a pocos kilómetros de la costa turca.

El pasado diciembre un trágico suceso conmovió a la opinión pública turca, cuando un barco con más de 70 inmigrantes procedentes de Mauritania, Somalia, Bangladés y Palestina se hundió en alta mar y solo sobrevivieron las siete personas que consiguieron nadar durante 24 horas hasta alcanzar la costa.