TDte nuevo voy de vuelta. Un año más termino las vacaciones. Tengo más suerte que mucha gente y doy gracias por ello. Vacaciones pagadas y un trabajo que me espera. Soy afortunada, lo sé y a pesar de ello no puedo evitar una cierta desazón ante el día a día que estoy apunto de retomar y que asumo como un nuevo reto, un nuevo comienzo que me produce la misma inquietud que una página en blanco. Es ahora, a la vuelta del descanso, cuando para mí comienza el nuevo año. Cuando falta poco para que viva mi particular noche de San Silvestre, miro hacia adelante con un sentimiento de juventud renovada. Sé que me llegarán momentos de cansancio y desaliento cuando las cosas no salgan como deberían, pero también habrá tiempo para la satisfacción ante el trabajo felizmente concluido. Hay veces que miro la jubilación con deseo, pero ahora me siento contenta al comprobar que aún no ha llegado mi momento. Se abre un año electoral en el que la política, con su sustancia muchas veces maloliente, se infiltrará en el cuerpo social y rebosará por todos sus poros. Eso me pone especialmente nerviosa, son muchos los años electorales que llevo a mis espaldas y sé que acabo derrotada, pero hasta eso lo contemplo en esta tarde de verano, en la que ya he superado el vértigo da la hoja en blanco, como una etapa a la que me enfrento con fuerzas.

Sopla una brisa fresca junto al mar en que me encuentro y dentro de muy poco me sumiré en los 40 grados de mi tierra. Esa perspectiva me parece mucho menos halagüeña. Días en que el sol entra en la piel mordiéndola, y noches en que el calor, casi sólido, impide conciliar el sueño. Espero que el calor haya agotado todo su arsenal mortífero en este mes en que he estado fuera y el tiempo sea benigno a mi llegada y no me agote de golpe las fuerzas.