En agosto del 2005, la astróloga rusa Marina Bai se presentó ante un tribunal moscovita para demandar a la NASA por atentar "contra el estado natural del cosmos y alterar de manera irreparable el balance de las fuerzas del universo". La agencia espacial estadounidense acababa de estrellar un proyectil contra el cometa Temple-1 y ella creía que el equilibrio cósmico nunca volvería a ser el mismo, que eso le suponía "daños morales" irreversibles y que en consecuencia debía ser compensada con 310 millones de dólares. El tribunal aceptó tramitar la demanda, pero a los pocos meses la desestimó; los diarios moscovitas no desperdiciaron la ocasión de reírse un poco a costa de la astróloga.

Ese mismo año, en la cárcel Timisoara de Rumanía, el reo Pavel M. redactó una demanda contra Dios en la que le acusó de "estafa, ocultamiento, abuso contra los intereses de la gente, soborno y tráfico de influencias". El argumento del preso --condenado a 20 años por asesinato-- era que el día de su bautismo había firmado un contrato con Dios, y que ese contrato obligaba a su contraparte a mantenerlo alejado del Diablo y de cualquier problema. No se conoce el destino de la demanda, pero sí que él sigue entre rejas.

Ambos --la rusa y el rumano-- forman parte de una lista de 20 "casos extraños" que el columnista judicial del diario The Times ha recuperado del archivo para abrir el apetito de los lectores y promocionar una nueva serie de artículos, dedicados, claro está, a revelar los disparates judiciales. En Gran Bretaña, dice Gary Slapper, es el pan de cada día.

Un absurdo detrás de otro: una mujer brasileña que demandó a su marido por no producirle orgasmos; un hombre de Wisconsin que denunció a su empresa de televisión por cable convencido de que si su mujer había engordado 23 kilos, su hijo no salía nunca de casa y él no hacía más que fumar y beber era por culpa de la compañía; una británica que demandó a una emisora de radio porque al ir a reclamar el Renault Clio que había ganado en un concurso le dieron un coche de juguete.

Es probable que Slapper no tenga problemas para hallar casos parecidos en su país, teniendo en cuenta que muchas veces las leyes absurdas dan lugar a demandas absurdas. En el Reino Unido, por ejemplo, hay una que prohíbe morirse en el Parlamento.