La Raya gastronómica es algo más que una mariscada en El Cristo. Comer en Portugal es también la mesa de postres del hotel Astoria, los cocidos en la muralla de Nisa, el bacalao a la brasa del Pompilio o las babas de camelo del Milhomes. Comer en Portugal sigue siendo un rito para los extremeños y desde Monfortinho a Mourao, la hostelería portuguesa se esmera y se entrega a la clientela española: los camareros hablan castellano, las cartas y las tarjetas publicitarias están en español y, ¡vaya!, las raciones también se españolizan y menguan.

Comenzamos nuestro nuevo viaje gastronómico portugués por el norte, por la Beira Baixa, que ahora se anuncia publicitariamente como la Lusitania. Desde Zarza la Mayor viajamos a Monfortinho y en la villa balneario buscamos el hotel Astoria. El lugar no es la clásica casa de comidas abigarrada y ruidosa, sino un comedor elegante y con tintes decadentes donde el servicio roza el estiramiento de tanto esmero.

En el hotel Astoria se habla en voz baja y se ven muchas parejas de fin de semana que comen mirándose a los ojos. Hay un menú del día que no llega a los 20 euros e incluye desde una ensalada de maigret de pato con unas láminas de maigret casi transparentes, hasta un cochinillo demasiado especiado y, por tanto, excesivamente sabroso.

LOS POSTRES La verdad es que en el Astoria uno se quedaría con hambre si no fuera por los postres: un buffet pantagruélico situado sobre la mesa central donde uno puede servirse cuanto quiera de los boles y bandejas que contienen arroz con leche, mousse de chocolate, flan, pudding, tartas, frutas, bizcochos... Fuera del menú, la carta ofrece arroces y bacalaos abundantes, pero el precio también crece.

Bajando hacia el sur, podemos cruzar la frontera de Cedillo si es fin de semana. Sólo entonces se puede pasar a Portugal cruzando el puente de la presa, entre máquinas y turbinas. De allí, Nisa queda a un paso. La villa es bella y bajo un torreón de la muralla, el comedor de diseño de la Taverna da Vila es un lugar magnífico para comerse un no menos espléndido cocido alentejano. Más abajo, en Marvao, tras la rotonda de Portagem, podemos coger hacia el pueblo, girar enseguida a la derecha y llegar, paralelos al río, hasta el restaurante Milhomes.

El Milhomes se llama así porque su fundador era un caballero imponente que dirigía el local sentado a una mesa mientras una decena de mujeres atendía a los comensales. El jefe murió hace años y su esposa, que es quien manda ahora, ha cambiado la autoridad por el cariño. Fíjense en ella, está mucho más joven que en las viejas fotos donde era retratada con el gran Milhomes. La cocina, en fin, es casera, tradicional y con una inmejorable relación calidad-precio.

Si nos adentramos unos kilómetros, en Portalegre recomendamos el restaurante Casa Capote, en la calle 19 de junho, frente a la catedral. Es muy barato, muy típico, la cocina es rotunda y sabrosa (cocido, bacalao, alubias con cabeza de cerdo) y, ¡atención!, está lleno de funcionarios. Si entramos en Portugal por La Codosera, podemos acercarnos a Arronches y preguntar por el pequeño restaurante Fartouse, junto al mercado. No hemos comido en él porque estaba de vacaciones cuando lo visitamos, pero los nativos lo recomiendan vivamente.

La frontera más transitada sigue siendo la de Elvas. Los alrededores de esta ciudad fronteriza se han llenado de restaurantes y los sábados y los domingos, o bien reservas, o bien vas a comer antes de las dos de la tarde de España o bien haces una cola insoportable. Cada extremeño tiene su lugar preferido para comer en Elvas. Ahí va el nuestro: se llama restaurante Pompílio, con tilde en la i, y está en la aldeíta de San Vicente, perteneciente al término municipal de Elvas.

Desde España, se llega por la autopista y se coge la salida a Portalegre para, tras recorrer cinco kilómetros, llegar al pueblo. En plena carretera con una pequeña plaza delante y aparcamiento siempre repleto está Pompílio. Desde Elvas hay que coger la carretera de Portalegre. El comedor es grande y está lleno de cacereños y pacenses, o sea, que no intente ir de incógnito. Al sentarse a la mesa le pondrán un quesito interesante, un plato con envases de queso, paté de sardinas y mantequilla que puede decir que lo retiren, unos champiñones de lata prescindibles y una ensalada de pimientos sabrosa y rica. Por unos 50 euros come la pareja con postre y vino. Recomendaciones: la caza, las almejas, los arroces, el bacalao a la brasa, el porco preto (cerdo ibérico)...