Frente a los excesos de la industria, las acciones para detener el planeta plástico se multiplican. Hay una nueva corriente que se ha propuesto huir de la locura del sobreenvasado. Están resurgiendo la compra a granel y el regreso a los mercados municipales. La cadena holandesa Ekoplaza ha abierto en Ámsterdam el primer súper con un pasillo de productos libres de plástico, envasados en biomateriales compostables. «El 40% del plástico creado es para envasar. De los 6.300 millones de toneladas de este material producidos desde 1950, solo se ha reciclado el 9%», estima la organización A Plastic Planet, que ha colaborado con Ekoplaza. Pero para los partidarios del minimalismo residual, se quedan cortos. «Lo ideal son los envases reutilizables. Ya hay muchos países donde venden bebidas con estos envases», señalan los expertos.

Pero las guerras contra el plástico más contundentes se libran en África. La razón: las montañas de basura que dibujan el paisaje, especialmente en los barrios marginales. Kenia prohibió el pasado agosto la fabricación, importación y comercialización de las bolsas de plástico con multas de hasta 32.000 euros y penas de prisión de hasta cuatro años. Que se cumpla, con la corrupción conocida, ya es otra batalla. Otros países del continente negro -Uganda, Ruanda, Mauritania y Eritrea- ya contemplan leyes similares para un futuro más verde.